domingo, 12 de febrero de 2006

Enrevista / Morgana Rodríguez


Mitos y verdades de Morgana Rodríguez
LA WALKIRIA DE PALACIO

Su designación como coordinadora del Centro Cultural de La Moneda sorprendió al mundillo cultural. Pero las críticas no le van a esta publicista, que hasta hace poco era sólo conocida por su trabajo en teatro y música independiente. ¿A quién le ha ganado Morgana? Pase, vea y sepa de su verdadero nombre, de su gusto por el flamenco y de la nueva Cineteca Nacional.

Por Miguel Paz / La Nación Domingo (12 de febrero de 2006)



Llega 78 minutos tarde a la entrevista en su oficina del 6º piso del viejo edificio de calle San Camilo, donde funciona el Consejo de la Cultura en Santiago. El lugar contrasta con el imponente Centro Cultural del Palacio de La Moneda, inaugurado a fines de enero por el Presidente Lagos, donde Morgana Rodríguez ostenta el cargo de coordinadora general. “¿Qué hago para que me perdones el retraso?”, dice Morgana sin sentarse aún. “Con un café y cigarros estamos”. Ella se los pide a su secretaria y disca el número de su casa desde el teléfono del escritorio. “¿¡Por qué no conteeestaaan!?”, exclama, y agarra su celular. Son las 10:19 de la mañana. Morgana está preocupada. Roque, su hijo de tres años, es diabético. Se acaba de torcer un pie, lo que en su condición puede derivar en algo más serio. “Te morís”, dice inquieta, llamando nuevamente. “Además, estoy desde las siete de la mañana viendo lo de un premio para Claudio Teitelboim. Me atrasé en mi casa por todo eso”.

–Querrás decir Claudio Bunster.
–No. Es que él se presentó al premio como Teitelboim. Así que sonó no más. ¿Aló, aló? –por fin la nana recoge el auricular y Morgana le da instrucciones–: Señora María, el Rumpy va a pasar a buscar a Roque en unos 45 minutos más para llevarlo a la Clínica Santa María, para que le hagan una radiografía.

El locutor del “Chacotero sentimental” es el padre del hijo mayor de Morgana. De hecho, las primeras apariciones de esta gestora cultural en la prensa fueron debido a su relación sentimental con él. Por entonces, los noteros de farándula la perseguían, y buscaban toda la información que pudieran obtener de la alta y voluptuosa mujer con nombre de hechicera y pinta de walkiria, que atrapó al pequeño capo del grado 3.

EL ESTABLISHMENT Y YO

Ahora, en cambio, la persiguen reporteros culturales, sociales y uno que otro pelambre, como que su padre es un gran amigo del Presidente, y que eso tendría que ver con su nombramiento. “¿Mi papá... amigo de Lagos?”, pregunta riéndose. “Ojalá fueran amigos, o que ahora se hagan amigos, para que vaya a comer a la casa”.

Desde que se supo que Morgana ganó el concurso público para ser la encargada del “Museo de Lagos”, parte del establishment de las artes visuales y la cultura pataleó exigiendo ver su currículo. “Es que yo no voy a demostrar que le he ganado a nadie”, dice ella, acomodándose más tranquila para la entrevista. Mientras llegan el café y los cigarrillos, recuerdo que en la mitología también se habla de Morgana como una de las regentes de la isla de Avalon, que “conducían a las almas de los héroes muertos en batalla hacia la Isla Sagrada, adonde serían curadas todas sus heridas”.

–Bueno, ¿y a quién le has ganado?
–Entre las cosas más grandes, está la campaña a senador de Fernando Flores. Me empecé a meter más en el mundo político y trabajé el tema comunicación y cultura. Fue un trabajo súper duro, pero logramos sacar a Fernando electo. Y, por otro lado, antes de entrar a esto estuve metida en el cine en general.

El primer trabajo de esta publicista en la industria audiovisual fue en la accidentada preproducción de “El efecto péndulo”, un film basado en la fuga en helicóptero de cuatro miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez desde la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago, ocurrida a fines de 1996. Durante los meses de preproducción pasó de todo: la película obtuvo financiamiento del Fondart, pero luego el organismo estatal se lo quitó; Rosario Guzmán, hermana del asesinado líder de la UDI, y el subsecretario de Interior, Jorge Burgos, torpedearon la cinta por considerarla una “apología al terrorismo”, y los productores Dauno Tótoro y Emiliano Thibaut se vieron obligados a reunirse con Nelson Mery, tras un supuesto acoso de policías de Investigaciones. Finalmente, la película no se hizo.

–Alguien podría interpretar tu trabajo en “El efecto péndulo” como un vínculo con el FPMR, e incluso relacionarlo antojadizamente con Bachelet. ¿Lo has previsto?
–La película es una fuga cinematográfica. Cualquiera que la haga no tiene por qué tener una directa relación con el Frente. Son cosas totalmente distintas. No hay ninguna relación. ¡Na’que ver! Yo encantada de colaborar con Dauno en “El efecto péndulo”. Somos grandes amigos, tú sabes. Si yo pienso o no pienso como el Frente por trabajar en “El efecto péndulo”, no son cosas que tengan que ver –ríe–. Pero está bueno el link de la Presidenta con el Frente.

–Podría ser un top secret de “La Segunda”.
–A nadie se le había ocurrido hasta ahora. Invéntalo tú. Está divertido.

LA BAILAORA

–¿Qué más has hecho?
–Hice la producción ejecutiva de “4º C”; colaboré con Alberto Fuguet en su obra “Cinco sur”; me fui metiendo en el tema del jazz y de la música, con grupos como La Marraqueta y el Ángel Parra Trío. Y he estado metida en el tema de artes escénicas y tuve un acercamiento a las artes visuales cuando produje algunas exposiciones de la Bruna Truffa y Rodrigo Cabezas, Iván y Mario Navarro. No sé. Soy una persona bien dúctil.

–Le haces a todo.
–Puede ser una crítica: que no he profundizado en ningún tema. Pero creo que una gestora tiene la capacidad de generar proyectos en las distintas áreas. Podría decir que hasta cinco, seis años, yo era una productora. Alguien que ejecutaba cosas puntuales. Y ahora tengo la capacidad de inventar proyectos, gestarlos, conseguir los recursos y crearlos. Hay distintos hitos puntuales, pero yo no me creo nada. Siempre he estado detrás del escenario.

–Excepto cuando le bailas flamenco a tus amigos. ¿Es verdad eso? –Sí. Bailo en cumpleaños de amigos. Siempre lo hago de regalo de cumpleaños. Pero el resto del tiempo estoy detrás del escenario empujando proyectos, porque el tema de la visibilidad me cuesta un poco.

–Pero ahora te toca ser visible.
–Bueno, ahora me ha tocado por un tema de vocería del centro, que se necesita. Yo lo hago encantada. Pero normalmente mi lugar es empujar proyectos.

–Dijiste que no habías pensado llegar a este cargo. ¿Qué te llevó a postular?
–Mi hija tenía tres días de nacida y, típico mío, estaba en la clínica con el computador conectado a Internet cuando me llega un mail de una amiga y me dice: “Oye, se abrió este concurso público”. Fui a mirar y decía: “Centro Cultural en el Centro Cívico de Santiago”. Inmediatamente lo relacioné con el proyecto que yo conocía a través de Álvaro Covacevich y de otras referencias. Y averigüé un poco y efectivamente era ese proyecto. Y dije ya, me presento, por qué no. Estaba trabajando hacía ocho años como independiente. Tenía mi segundo hijo. Vi que era una fundación. No era un tema de Gobierno. Tenía ganas de meterme en un proyecto más grande que lo que uno puede crear como empresa propia, o más grande que mí misma.

–¿Por qué coordinadora en vez de directora ejecutiva?
–Como el lugar y el cargo eran tan emblemáticos, y estaban todos estos problemas con el mundo del arte, decidieron bajarle el perfil al asunto, y que la vocería la tomara el directorio a través del ministro de Cultura, José Weinstein, y me dejaron a mí como coordinadora general. Con mi nombramiento, alguna gente quedó media epaté.

–¿Cómo sobrellevaste las críticas?
–La crítica más grande fue en “El Mostrador”. Pero era divertido leerla porque era más la saña del periodista conmigo que lo que decían los entrevistados.

–Me dijeron que la frase determinante en la entrevista que te hicieron para el cargo fue cuando dijiste algo así como “yo tengo un hijo diabético y...”.
–¿El centro cultural es lo mismo? Eso es divertido. Qué bueno el mito urbano. No. Eso no lo dije en la entrevista. Eso se lo comenté una vez a Justo Pastor Mellado, y otra vez a una periodista en la revista “Ya”. Porque siempre hago un parangón con la diabetes de mi hijo. La diabetes tiene muchas variables que hay que manejar. Demasiadas. El ambiente, el estrés, la alimentación, la cantidad de deporte, el estado de ánimo. Yo lo homologo con el tema del centro cultural, porque son ocho mil temas y variables que uno tiene que conjugar para que esta cuestión funcione.

“ESO ES UN SECRETO”

–¿Cómo es pasar de trabajar en producción independiente a ser parte de la institucionalidad cultural estatal?
–Es que yo no pertenezco a la institucionalidad cultural. Nosotros pertenecemos a la Fundación Centro Cultural del Palacio de La Moneda, que es una corporación de derecho privado sin fines de lucro.

–¡Pero si estamos en una oficina del Consejo de la Cultura...!
–Nos la prestó el ministro Weinstein. Podríamos haber arrendado una oficina, pero nos instalamos acá porque yo estaba en conexión directa con el ministro todo el tiempo, debido a que el tema de la cineteca del centro cultural era prioritario para él. Él fue uno de sus gestores. Entonces, la cercanía física con él es súper importante. Yo subo al séptimo piso, hablo, bajo. Ahora ya estamos en condiciones de cambiarnos de lugar.

–Hablemos de la cineteca. ¿De qué se trata?
–Por fin va a haber un lugar donde se acopie el patrimonio fílmico nacional. A pesar de que ocupa menos metros cuadrados que el área destinada a exposiciones, la Cineteca Nacional va a ser un lugar emblemático. Hoy, la sala de cine está abierta y cuenta con proyección en 35 milímetros, proyección digital y sonido 5.1 Dolby. También tenemos un microcine para 40 personas y un espacio de exhibición chico para grupos, con 15 módulos, más o menos.
Pero el 7 de marzo, cuando se inaugure la cineteca, va a ser increíble, porque se constituye como una gran plataforma de conservación y de difusión del patrimonio fílmico nacional.

–¿Qué más?
–A eso hay que agregar el centro de documentación y un laboratorio de digitalización, donde vamos a poder restaurar filmes. La cineteca va a funcionar un poco como un banco donde la gente deposita su película y se conservará por los siglos de los siglos en un ambiente protegido: con purificadores, un sistema de aire y de conservación adecuado.

–¿Habrá copias de “La batalla de Chile”?
–Sí, tiene que haber.

–Nada que ver, pero tu verdadero nombre es Claudia, ¿cierto?
–Eso es un secreto –ríe–. ¿O acaso le preguntan a Liliana Ross cuál es su verdadero nombre?

No hay comentarios.: