domingo, 29 de octubre de 2006

Altazoociedad / Buscando oro en la cena de la Sofofa

Por Miguel Paz / La Nación Domingo (29 de octubre de 2006)

Corrupción en Chiledeportes. Lingotes de oro de Pinochet en Hong-Kong. Es miércoles de menú noticioso para indigestarse cuando partimos a la cena anual de la Sofofa en CasaPiedra, a la cual está invitada la Presidenta.

Esa noche aún se desconoce el comunicado que el Hong-Kong & Shanghai Banking Corporation (HSBC) emitirá al día siguiente desmintiendo que el ex dictador mantuviera 9,6 toneladas de oro en sus bóvedas y pusiera en aprietos inefables al canciller Alejandro Foxley. Por eso, llegamos a la cumbre empresarial con la esperanza de cambiar lingotes y peloteos dolosos por una carta jugosa en declaraciones.

A las ocho de la noche comienzan a llegar los invitados. En la entrada, los empresarios hacen fila. Isabel Valenzuela espera a Michelle Bachelet. Ella es la encargada de coordinar todo lo relativo a las apariciones públicas de la Mandataria. Además, es la mamá de Javiera Contador. Para los que conocen el término, hubo un tiempo en que decían que tenía el mal de la lagartija. Dice que le gusta trabajar con Michelle porque es “técnica”. ¿Técnica? Sí, técnica, que resuelve cosas, responde mirando la fila de hombres encorbatados. “Mira, ahí va Hermógenes, ¡pregúntale por el oro!”. Efectivamente, Hermógenes Pérez de Arce, también está en la fila. Opto por dejarlo tranquilo. Suficiente tiene con pertenecer a aquella raza en extinción de defensores de la “obra” del general. El pobre se está quedando cada vez más solo. Prueba de ello es que hasta hace poco, Hermógenes se quejaba de que para trabajar en “El Mercurio” había que ser de izquierda. Le encuentro toda la razón: deben ser tantos los reporteros rojos que laboran en avenida Santa María que bien podrían enviar una delegación a la cumbre subversiva.

José Pablo Arellano también llega al evento. El bueno de Jotapé dirige Codelco y anda feliz con las noticias de que su amigo Andrés Navarro quiere crear una nueva AFP y que está a punto de abrir su empresa Sonda a la bolsa.

“Bien por Andrés”, dice. “Sí, pero están medio caras las acciones de la colocación de Sonda”, repito de memoria lo que me dijo un amigo que trabaja en la bolsa.

“José Pablo, ¿qué haría Codelco con tantos lingotes de oro?”. Arellano mira con cara de no saber si es broma o qué. De pronto se presenta Hernán Sommerville y Jotapé dice: “¡Este hombre sabe del oro! Pregúntele a él”. “¿¡Del oro!?”, exclama el presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio. “Sí pues, del oro. El oro del Tata”. “A mí no me pregunte nada. Me quedan seis semanas en el puesto. Que el oro se lo quede Arellano”, dice. Ambos se abrazan caminando por el hall de CasaPiedra.

A las 20:20, 15 minutos antes que llegue Bachelet, el lugar está repleto de empresarios y promotoras que regalan chucherías.

Eugenio Tironi, que últimamente insiste con que todos seamos felices, llega con cara de muy poco feliz. Saluda amagando una sonrisa. “Eugenio, dicen que su empresa de comunicación estratégica ha perdido clientes. ¿Es verdad?”. El gurú descontento dice que nada que ver y se escabulle, quizá pensando qué periodista más infeliz.

“¡Ojo, que viene Eliodoro Matte!”, grita una periodista, y una jauría de gráficos le salta encima al hombre más rico de Chile. Nadie le pregunta a Matte por su chiche, el Centro de Estudios Públicos (CEP), ni acerca de David Gallagher, reputado analista del CEP al que algunos desean fuera de la derecha. En vez de eso, Matte habla con dos amigos. Conversan de pruebas ecuestres y temas familiares. Nada muy CEP.

Ahora veo al escritor más conocido del gabinete de Bachelet: Andrés Velasco. Su prosa no destaca, según la crítica, pero se defiende. Igual, el hombre tiene un mérito. Cosa rara en la fauna chilensis, renunció a una cátedra en Harvard, ¡pituto vitalicio!, para regresar al país convertido en ministro de Hacienda y marido de conductora de TV.

Aparece Bachelet con una horda de reporteros y cámaras. Entra a CasaPiedra hablando con Bruno Philippi, el “boss” de la Sofofa, que se parece bastante a Charlie Brown. Ingresan al salón atiborrado de mesas con “sofofos”. En su mesa, con excepción de Paulina Veloso, hay puros hombres. Vittorio Corbo, Sommerville, Philippi, Carlos Ominami, Juan Claro, Velasco.

El presentador recita la lista de invitados. Nadie pesca. Dice “bienvenido, Belisario Velasco”, pero el sheriff de La Moneda no está presente. “Con ustedes Bruno Philippi”. Los “sofofos” aplauden al “colega emprendedor”. Se respira billete.

“El talento no tiene género”, parte diciendo Philippi. ¡Pero si hay puros hombres! Luego, improvisa un chiste. “Las palabras que voy a decir no son muy originales. Vamos a hablar de crecimiento”. Y se despacha un discurso de 45 minutos que hace cabecear al más fanático de los empresarios, hasta que dice “hay que remover el impuesto al timbre de estampillas”, y ¡queda la escoba! La gallá VIP aplaude, aprueba, pone cara de signo peso.

Philippi sigue discurseando. Habla, habla y habla. ¡Escuchar su discurso es como oír a la profesora de Charlie Brown! ¿Se acuerdan? Esa que decía wa-wa-wa-wawawa-wá-wá. El rating guatea. Podrían subir al escenario a las modelos o, de última, mandar el discurso por mail y convertir el evento en cena bailable, como le gustan las fiestas a Bachelet.

Mientras eso ocurre en el salón principal, en el hall las modelos que sonreían al principio y regalaban cositas a empresarios que les sobran cositas, ahora no sonríen. No posan. Sólo engullen. Es el backstage de la cena empresarial. Es la curvilínea e infartante “working class” en plan economía básica de subsistencia.

Es el turno de la Presidenta. Isabel la mira desde un lado del escenario. La “Presi”, al principio, se equivoca. Está nerviosa. Obvio, tanto hombre que le pide cosas. Nadie aplaude cuando ella habla de los derechos de los trabajadores. Sí lo hacen cuando pronuncia “probidad”. “La corrupción me indigna. Sea de quien sea”, dice Bachelet. Clap-clap-clap. “Todo el rigor de la ley para los responsables”. Aplausos. “Chile es un país honesto. Alguien se rió por ahí, pero así es”. Carcajadas por la salida de madre. “Muchas gracias”. Bachelet baja del escenario y entran los mozos como una fila de hormigas trabajadoras. Periodistas para afuera. Hay comida y trago en el salón del fondo para ustedes. Está claro. No por andar de colado uno puede cenar con los “sofofos”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Maikel debo decirte que este tema más que vomitable, me has hecho reir...jajajaja recordaste a mi mono animado favorito, charlie brown...claro que no lo cagues tanto al pobre comparandolo con aquel sopenco...


Saludos