En la Qué Pasa del viernes pasado viene un artículo del Negro Minay que reproduzco más abajo. En The Clinic de ayer también vienen dos muy buenas columnas sobre el tema firmadas por Marcelo Mellado (notable) y Rafael Gumucio.
El clan de los operadores políticos
"No se puede poner a cualquier picante en los cargos públicos", dijo Jorge Schaulsohn en alusión a los personajes que volvieron a emerger al alero del caso Chiledeportes. Figuras de segunda y tercera línea en el Estado y los partidos, los "operadores políticos" son considerados tan indispensables como -a menudo- incontrolables. Hay cincuentones y treintones, hacen carrera al alero de un caudillo, y suelen encargarse también del trabajo sucio, aunque no todos, dicen, "meten las manos". Este es su perfil.
Por Sebastian Minay / Qué Pasa (viernes 3 de noviembre de 2006)
Quiénes son
Aunque todos los operadores clase "C" hacen más o menos lo mismo, entre ellos conviven dos generaciones: los que llevan años en el negocio, y los que recién están haciendo carrera. Los primeros -ubicados en la DC, el PRSD, el PS, y en menor medida en el PPD-, tienen unos 50 años, la mayor parte de los cuales la han dedicado a su partido y, con más ganas, a un caudillo, así que conocen a figuras y operadores de nivel superior "desde los tiempos de la dictadura".
Varios vienen de comunas populares y dejaron de lado sus estudios para no desconectarse del sistema, por lo que "no conocen otra forma de vida". Hoy, premunidos de un celular y del infaltable maletín, lo suyo es mantener redes de contacto con la base: no sirve que vivan de Plaza Italia para arriba, y si lo hacen, no sueltan la clásica reunión o el tecito con los vecinos en comunas como San Miguel o Estación Central.
El segundo grupo, más común en el PPD y el PS, es el de las "jóvenes promesas" de entre unos 25 y 35 años. Se perdieron las sabrosas historias de duro compromiso político con los más viejos -con suerte alcanzaron a trabajar para la campaña del "No"-, pero a cambio les tocó el apogeo de las universidades privadas y de los institutos. "De ahí salió harto abogado, harto sociólogo, harto periodista" habituado a encontrar trabajo moviéndose entre el partido y el Estado, y casi nunca en la empresa privada.
Muchos partieron llevándole el maletín al caudillo de turno, y ven en el discurso del "tiraje a la chimenea" una oportunidad. Se les cataloga como altamente ambiciosos, impulsivos e impacientes: "Se la pasan hablando de los cargos a los que quieren llegar, y suelen decir que no tienen por qué esperar que los 'viejos' se vayan".
Los jóvenes son un poco más producidos que el operador clásico: el celular es de antepenúltima generación, y si el ambo es de multitienda, debe ser de corte recto, para que ojalá no se note. Las colleras no se llevan. A la hora del happy hour, se les encuentra en el triángulo de Manuel Montt: Liguria/Parrón/Normandie.
Qué hacen
"Ignorarlos es como si una empresa pretendiera sobrevivir sin publicidad", resume un alto dirigente del PS. Indispensable -para su caudillo primero, y para el partido después-, el operador clase "C" no descansa en tiempos de guerra ni de paz. En campaña es el productor general: organiza o supervisa las hordas de brigadistas nocturnos, y no le tiembla la mano si hay que mandar a borrar los rayados del compañero de lista de su jefe para colocar los propios. A veces está en las giras, o por último encargado de que no falten vehículos para acarrear a la prensa.
Es leal hasta el tuétano: si la competencia es dura, es al que se le escapa "casualmente" el dato preciso o el letal documento reservado delante de un periodista. Y cuando el asunto se ha puesto muy cuesta arriba, tal vez no le quede otra salida -como ya se ha visto- que el contacto de un colega ya insertado en el aparato público y que tenga acceso a asignación de fondos contra presentación de proyectos. Cuando eso ocurre, la ley es no dejar huellas, "morir en la rueda" y no olvidar que las platas son para la campaña -si es el caso- y no para uno, aunque algunos tienen pésima memoria.
Cuando no está en campaña, sigue frecuentando los barrios populares, apretando manos, resolviendo problemas y hasta ayudando con dinero a un dirigente local, todos favores que nunca, nunca se olvidan. Eso se nota en el ex Congreso, el Diego Portales -bueno, ya no- o dondequiera que se haga el consejo general o la junta nacional de turno, a la que llega acarreando masas de militantes en la mayor cantidad de micros posible. Con semejante máquina aceitada, es el indicado para cazar los votos de base que faltan.
Los entendidos, eso sí, advierten: no hay que confundir al operador clase "C" con el funcionario municipal y de peldaños inferiores, que tiene un pie en la política y otro en el lumpen (la UDI y RN también los tienen). Ahí está el clásico jefe de gabinete, el fiscalizador, el funcionario de planificación o el concejal que "ascendió" demasiado rápido. Hay casos sencillamente incontrolables y otros impublicables. En Valparaíso se recuerda al encargado de finanzas de un hospital público que desapareció súbitamente: ni a él ni a los millones de pesos que descuadraban la caja se les volvió a ver.
Qué cargos ocupan
Dependiendo del caudillo al que sirva, el operador -o "activista", como prefieren llamarlo algunos- es de la segunda o tercera línea en su propio partido, es decir, el clásico dirigente del "regional metropolitano" o de regiones. Casi nunca llega a estamentos superiores, como el Comité Central del PS; la Comisión Política de ese partido y el Consejo Nacional de la DC le están casi vedados, y para qué hablar de las mesas directivas, que cuando estalla un escándalo se alejan de él -por lo menos en público- como la peste.
La idea es que tampoco llegue a diputado, porque se supone que no saca votos para sí mismo y porque su currículo lo obliga a evitar exponerse.
Cuando ya ha hecho méritos, "entra" al aparato público, donde los casi tres mil cargos de confianza que se cuotean entre los partidos son, para muchos, la única forma de hacer carrera. Los que lo logran, se instalan al alero de sus caudillos en el tercer nivel: jefes de gabinete, asesores, jefes de servicio o división. "Nunca en un ministerio top, para no quemarse, sino en los sectoriales como Vivienda o Trabajo, o en instituciones como el Sence o Indap, que es donde se pagan favores y se resuelven problemas", grafica un funcionario.
"A muchos les cambia la vida cuando se dan cuenta que pueden asignar millones de pesos sin llamar a concurso, y piensan altiro cómo subir más", agrega un dirigente.
Dependiendo del gobierno de turno, tienen que luchar todo el tiempo contra sus adversarios de otras corrientes en el mismo partido, o contra colegas de otras tiendas. A algunos "lotes" les va tan, pero tan bien, que generan refranes como "más huevón que tercerista sin cargo", dicho casi tan mítico como el "Señor, no me des, ¡ponme donde haiga!" de los radicales.
Otro de los "motes" conocidos es el de "Punta Peuco", como se le llama en el aparato público a la dirección metropolitana de Chiledeportes: "Allá se manda a los que se condorearon en la dirección nacional", precisa un anónimo personero.
Como en todas las reglas, hay notabilísimas excepciones de hombres que subieron muy rápido. Fatales excepciones, como se verá más adelante.
Cómo reconocerlos
Da lo mismo si se formaron en la lucha política o si sacaron título profesional: casi todos los operadores clase "C" hacen gala de una abismante carencia de sofisticación, "y por eso son para cargos medios y no para otros", confiesan dirigentes de todos los partidos.
Al conversar con algunos de ellos, sus argumentos parten citando lo que tal o cual dirigente, parlamentario o ministro "piensa", "dice" o "quiere" respecto de un tema equis. Aunque la mayoría de las veces ello demuestra cierta carencia de ideas propias de avanzada elaboración -para qué hablar de profundos análisis políticos o anticipación de escenarios-, también es un hábito que les sirve para imponerse frente a sus pares.
Ejemplo típico: el del operador que en una actividad o comida se acerca a un ministro o dirigente de inalcanzable nivel, le estrecha la mano, y se las arregla para cambiar un par de palabras con él, ya sea presentándose o "recordándole" que trabajó para una vieja campaña. Al día siguiente comenzará la conversación con sus colegas con un impresionante "anoche comí con el ministro".
La ostentación lleva a otros a fronteras más osadas, como un ex seremi PPD de Valparaíso que tenía la costumbre de llegar a las reuniones partidarias en el vehículo fiscal? pero con la baliza encendida. Y otros -verdaderos profesionales de su oficio- sacan a relucir sus redes de contactos en los peores momentos, como aquel ex gobernador de El Loa que, sabiendo que su cargo pendía de un hilo, llamaba a Santiago "alarmado porque había decenas de señoras encadenadas a la sede de la Gobernación, protestando para que no lo sacaran".
Aunque estos hábitos son propios de los más "viejos", en los partidos reconocen que son cada vez más frecuentes en los jóvenes, cuya ambición les ha ganado el apodo de "generación colmillera". "Ellos no tienen habilidad de Estado. Su método es el ensayo y error, y punto. Ahora, está bien que sean de segunda línea, pero esto de la renovación de caras les abrió las puertas a los de cuarta y de quinta", resume un personero.
Caídos en desgracia
Cuando las reglas se rompen, sale caro, como lo demuestran los escándalos de Chiledeportes y el de los Programas de Generación de Empleo (PGE) en la Quinta Región. Eso corre tanto para los que "suben" muy rápido "y olvidan que no pueden seguir en la misma" o los que cometen graves indiscreciones. Cuando el colorín Juan Michel quiso competir con el diputado Rodolfo Seguel en la interna del partido para postular a la Cámara de Diputados (2005), se armó una lucha tan agria que el entonces timonel Adolfo Zaldívar "sacrificó" a su operador a favor del parlamentario. Meses después, Michel fue candidato a vicepresidente del partido en la lista que encabezaba el diputado Jaime Mulet -que perdió ante Soledad Alvear-, y finalmente llegó a director metropolitano de Chiledeportes, cargo del que salió apenas estalló el escándalo.
Otro que rompió el molde fue el también colorín Marcelo Ortiz, que debutó este año como subsecretario de Carabineros y fue ruidosamente destituido a fines de agosto, tras descubrirse que enviaba cartas con membrete del gobierno a dirigentes sociales DC, ofreciéndoles las influencias de su cargo.
En el PS recuerdan a un operador "a la antigua", como José Manuel Mancilla, ex seremi del Trabajo en Valparaíso, viejo conocido de próceres del partido y considerado "una buena persona, que partió de abajo". Eso, hasta que en octubre del 2004 se filtró una grabación clandestina en la que Mancilla -a punta de garabatos- proponía a un contratista ejecutor de los mismos PGE no pagar las imposiciones al personal, para así aumentar los cupos laborales: "Pa' ser empresario hay que ser #%$& (?) ¿Qué tienen que andar preocupándose los %$/& de que esas viejas %&/$ no tengan dónde almorzar? ¡Si ése no es tu rol!" Mancilla cayó cuando comenzó a destaparse la trama de los famosos planes de empleo, y hoy es investigado por la justicia.
La generación de "jóvenes promesas" del PS también ha visto caer en el mismo caso a Edgardo Lepe, ex jefe de gabinete del senador Carlos Ominami. Y Chiledeportes ha "descubierto" a nombres como el ex director metropolitano, el PPD Orlando Morales, y su jefe de gabinete, Andrés Farías, autor del e-mail que vinculaba al escándalo a una lista de diputados del mismo partido.
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