Ganaron los malos
Cuando ganan, todos ganamos, cuando pierden, ellos perdieron, así, como en las historias de periodistas que fueron felicitados por sus jefes porque consiguieron esa exclusiva que de pronto se convirtió en "posta", en pescado muerto, en cómo le pudiste creer a esa fuente si todos sabíamos que mentía, en mejor quédate callado porque si no te despido, en fin, como en todos los cuentos que finalizan con una decepción para el lector, la derrota 3x0 de la selección de fútbol sub 20 de Chile ante Argentina tiene algo de ese Chile que nos carcome, de ese "horroroso Chile" del que nunca salimos, como decía Lihn, ese que nos muerde por dentro, que cuenta los pollos que todavía no han nacido, que se tiñe el pelo para la ocasión, que te le cree campeón del mundo arrobado en la piel del oso que todavía no ha cazado, que te le logra cuestiones importantes cachai, cuando nadie cree en él, pero que se caga en las patas cuando el "horroroso Chile" lo está mirando a los putos ojos, ese Chile que tiene algo de esa asquerosa costumbre de los viejos de siempre que no creen que en un poema se pueda decir "viejo culiao" (Redolés, dixit), por eso es mentira eso de que cuando pierden, sólo ellos perdieron, porque al final todos perdemos, y como dice JPM remixado sin permiso esa termina siendo la única verdad: en un país partido en dos, todo se soluciona empatando. Independientemente de la verdad y las mentiras. Y así nos va, así nos vamos, así perdemos, pero así ganamos también porque lo importante es nunca olvidar que hay que seguir jodiendo, para acumular la rabia y la pasión que no haga que "los juegos de ayer" se conviertan en "el trabajo de hoy o, lo que es peor, la pega", porque al fin y al cabo, los malos ganan casi siempre pero en una de esas, los buenos entramos a la cancha a cobrar y ahí sí que damos vuelta el partido.
2 comentarios:
En el horroroso, cual más cual menos, todos nos limpiamos la boca -iba a decir el hoyo- antes de comer o desahogarnos. Me acordé de un cliché: "Jugamos como nunca. Perdimos como siempre". Yo no soy futbolero, pero mi hijo de 12 años sigue con atención los partidos de Chile, mientras piensa en la cancha verde-plástico del Audax donde entrena dos veces por semana, pensando en ser cadete de "los tanos" antes de cumplir los quince. Por eso me molesta la soberbia, porque yo le hablo de humildad, pacienca, respeto. Sentido común. Algo extraño y remoto, como un país con nombre picante. El feo país ají donde chapoteamos. Damos bote, dirían otros.
Roberto en llamas
En llamas, casi literalmente. Espero la segunda novela.
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