La discusión la tuvimos hace unos días con un diplomático de carrera y un cientista político. El primero se negaba a asumirse como miembro de la clase alta. El segundo le decía que sí lo era de acuerdo a la categoría usada en los estudios de estratificación social. Estos si no me equivoco dicen que cualquiera que gane más de $1 millón 200 mil en Chile, puede tipificarse como de clase alta, ya que es un porcentaje mínimo de chilenos el que gana eso o más. ¿A pito de qué viene esto? Bueno, pues, siempre me ha parecido extraño que empresarios como Sebastián Piñera y otros profesionales y burócratas que superan con creces el palo dos de sueldo, digan que son clase media o que provienen de ella cuando no es así. Les cuesta reconocer origen y estatus. Se apegan al mito republicano y buscan fundirse con la tradición.
Óscar Contardo, en relación al concepto de aristocracia y elite criolla en su libro "Siúticos" (muy bueno debo decir) entrega varias claves y respuestas. De todas ellas, una cita a Armando Uribe, se me quedó pegada. Es el primer peldaño para atisbar el origen del "abajismo de buen gusto" de un sector de nuestra elite que se arropa con el ambo del clase mediero:
Sólo hacia fines del siglo XIX y en relación con la guerra civil de 189, principalmente santiaguinos con tierras en el Valle Central fueron llamados por algunos cercanos "la aristocracia chilena". Según mis lecturas y mi propia experiencia, clasificar a los miembros de la llamada clase altacomo aristocracia es considerado una siutiquería por los miembros más sólidos de esa misma clase. Por ejemplo, así era visto el libro Casa grande, de Luis Orrego Luco, en donde los personajes se llenan la boca con su aristocracia. Ese sector considerado superior y que mantuvo el poder político, económico y financiero usaba palabras neutras para denominar a su propio sector, como "gente de familia" o a lo más "gente de sociedad", y esta última expresión se consideraba propia de personas a quienes se tiende a calificar como mundanas.
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