jueves, 18 de julio de 2002

Sobre La Nación

Transcripción completa de sesión especial de la Cámara de Diputados del martes 17 de julio de 2007 en que se analiza la situación de La Nación S.A.

II. APERTURA DE LA SESIÓN
-Se abrió la sesión a las 18.31 horas.
El señor WALKER (Presidente).- En el nombre de Dios y de la Patria, se abre la sesión.

III. ACTAS
El señor WALKER (Presidente).- El acta de la sesión 48ª se declara aprobada.
El acta de la sesión 49ª queda a disposición de las señores diputadas y de los señores diputados.

IV. CUENTA
El señor WALKER (Presidente).- El señor Prosecretario va a dar lectura a la Cuenta.
-El señor ÁLVAREZ (Prosecretario) da lectura a la Cuenta.

OBJETO DE LA SESIÓN
ANÁLISIS DE UTILIZACIÓN POLÍTICA PARTIDARIA DEL DIARIO LA NACIÓN POR PARTE DEL GOBIERNO.
El señor WALKER (Presidente).- Esta sesión está motivada en una presentación suscrita por 41 honorables diputados y diputadas, con el objeto de analizar la utilización política partidaria, por parte del Gobierno, del diario La Nación.
A esta sesión ha sido invitado el ministro secretario general de Gobierno, señor Ricardo Lagos Weber.
En el tiempo previo de 15 minutos correspondientes al Comité de la Unión Demócrata Independiente, tiene la palabra el diputado señor Cristián Monckeberg.
El señor MONCKEBERG (don Cristián).- Señor Presidente, hemos considerado necesaria la presencia del ministro secretario general de Gobierno, porque de su cartera depende el diario La Nación y, por lo tanto, es importante que escuche los fundamentos y argumentos que vamos a dar en esta sesión especial, desde las bancadas de Renovación Nacional y de la UDI.
Voy a partir desmitificando y aclarando argumentos que son, a nuestro juicio, absolutamente equívocos para que se entienda el motivo de nuestros reclamos y, muchas veces, nuestra desesperación, por la existencia de un medio de comunicación escrito público, del Estado y, por lo tanto, de todos los chilenos, que es utilizado a su antojo por el Gobierno de turno.
En efecto, el presidente del Directorio del diario La Nación dice que ese medio de comunicación representa un punto de vista distinto, porque en los medios escritos de Chile hay un duopolio -ése fue el concepto que utilizó el señor Aleuy-, conformado por los diarios El Mercurio y La Tercera, que tiene una sola mirada sobre la realidad nacional.
Pues bien, esto refleja de cuerpo entero lo que está pasando con el diario La Nación. A ello se suman las declaraciones de un ex Presidente de la República, don Eduardo Frei Ruiz-Tagle que, con mucho respeto, cito en esta Sala: “¿Cómo le vamos a dejar a la Derecha –así lo dijo en un encendido discurso- 20 mil o 30 mil millones de dólares para que los gaste a su antojo en los próximos gobiernos?”.
Al final del día, estas declaraciones tienen dos significados: primero, reconocen que pronto llegaremos a ser gobierno y, segundo, definitivamente, se confunde al Estado con la coalición de Gobierno; se confunden los papeles y no entendemos nada de lo que significan los fondos públicos o estatales. Es decir, se confunde -como decía- la propiedad de los bienes del Estado con la propiedad o los bienes de la coalición que gobierna. ¿Por qué? Porque se acostumbraron a manejar los fondos y bienes públicos a su antojo y, lamentablemente, nos encontramos con declaraciones de este tipo que justifican la utilización mañosa y antojadiza de un medio de comunicación escrito, como es el diario La Nación, para afectar directamente a la oposición o para beneficiar, injusta y muy parcialmente, al gobierno de turno.
Hace ya mucho tiempo Luis XIV dijo –el diputado Juan Bustos lo recordará, porque es amante de la historia-: “El Estado soy yo.” Pues bien, el señor Aleuy, con las declaraciones que hoy formula está diciendo: “El diario La Nación soy yo” o “La Nación es la Concertación”, lo que está en franca discordancia y diferencia con lo que debe ser un medio de comunicación escrito ecuánime e imparcial.
Aparentemente, con esto se está justificando lo que hacen otros medios de comunicación, que es contar la verdad tal cual ocurre en forma objetiva. Pues bien, aquí –vuelvo a decirlo- estamos en presencia de un diario público, que es del Estado y que, claramente, no representa a todos los chilenos, porque tiene una visión parcial de los hechos y de los acontecimientos, y así los transmite y refleja.
Decía que iba a tratar de desmitificar una serie de argumentos que se han dado respecto del diario La Nación. Se dice, por ejemplo, que el caso de Chile se repite en todos los países; es decir, todos los países tendrían medios escritos estatales. Quiero recordarles que esto no es así. Medios escritos de este tipo sólo existen –así lo entiendo y así lo hemos estudiando- en Francia, pero con la gran diferencia de que son medios escritos locales, con un alto subsidio del Estado, y se utilizan para conservar o reforzar la identidad local de una comunidad específica. Para eso invierte el Estado en forma equitativa: para sacar adelante una determinada identidad local. Pero aquí, claramente, La Nación se está usando para reforzar la identidad del Gobierno. No se trata de una identidad local ni de un fin superior.
Los países en que existen más medios de comunicación escritos estatales son Cuba, China, Corea del Norte y Venezuela, los que tienen bastante cercanía con lo que plantea el Gobierno de la Presidenta Bachelet.
Entonces, hay que darse cuenta de lo que significa un medio de comunicación escrito, manejado a su antojo por el Gobierno y por el directorio nombrado por el gobierno de turno.
Chile se suma a los países anteriormente nombrados. No vamos a discutir acerca del estilo de democracia de Cuba, Venezuela o China, pero la coincidencia reside en que tienen publicaciones de propiedad y con control del Estado y son manejados mañosamente por el gobierno de turno.
Otro tema a discutir es el mito de que estos medios escritos nadie los lee y que, por lo tanto, da un poco lo mismo, están colgados en los quioscos y no es necesario preocuparse de ellos.
La razón por la cual el Estado tiene el incentivo de mantener estos medios de comunicación, es porque a través de ellos influye en la agenda y sacan ideas. También influye en la elite de los medios de comunicación, formada por los periodistas y el mundo político.
Especialistas en la materia de los medios de comunicación han demostrado que los medios escritos influyen, fijan pauta respecto de los demás medios de comunicación no escritos. De ahí la importancia, necesidad y preocupación de querer mantener un medio de comunicación escrito, a través del cual impactar la agenda de los demás medios de comunicación.
Lo que estoy diciendo no es nada nuevo, porque incluso en los temas faranduleros hay medios de comunicación que fijan la pauta, la que es seguida al día siguiente por todos los otros medios no escritos. Aquí, pasa exactamente lo mismo. Está absolutamente demostrado y establecido por los especialistas y técnicos.
Por último, se podría argumentar que nada de lo que estoy planteando puede ser censurable si no existiera una verdadera intervención electoral a través de este medio de comunicación. Pues bien, de nuevo me voy a encargar de demostrarlo.
Realizamos un estudio muy simple acerca de los titulares del diario La Nación durante el período de campaña presidencial, entre octubre de 2005 y enero de 2006. En octubre, la candidata señora Michelle Bachelet, hoy Presidenta de la República, tuvo tres portadas a su favor; en noviembre, diez; en diciembre, once, y en la segunda vuelta electoral, veintiuna portadas. Es decir, todos los días del mes anterior a la segunda vuelta presidencial, estuvo en portada, con titulares favorables.
En contra de los candidatos opositores, señores Sebastián Piñera y Joaquín Lavín, en octubre, figuran tres portadas; en noviembre, cuatro; en diciembre, mes de la primera vuelta, once. En la segunda vuelta electoral, hay trece portadas en contra.
En contra de la candidata Michelle Bachelet, hoy Presidenta de la República, desde octubre hasta enero, mes en que se realizó la segunda vuelta electoral, no figura ninguna portada en contra de sus opiniones, de su persona o de su pensamiento.
En contra del gobierno del Presidente Lagos, que se estaba despidiendo, no aparece ninguna portada entre octubre de 2005 y enero de 2006.
A favor de Piñera y de Lavín, para seguir teniendo datos, no hay portada para ellos en ese período.
A favor de la Alianza por Chile, tampoco figura portada alguna en ese mismo lapso.
Se podría decir que era justificable, porque se realizaban elecciones presidenciales, etcétera. Pero esto sigue. Realizamos un segundo estudio de los titulares entre marzo y junio de 2007.
El primer lugar, con el 44 por ciento de las portadas o titulares de este período, es a favor del Gobierno y de la Presidenta Michelle Bachelet. El segundo lugar, con el 21 por ciento, es a favor del Transantiago.
Todos los medios de comunicación cuentan la realidad objetiva con los problemas ocasionados por el Transantiago. En cambio, el diario La Nación se encarga de hablar a favor de este medio de transporte. Esto puede ser muy loable, pero no hay ninguna portada en contra o que diga objetivamente lo que está ocurriendo con este problema que aqueja a todos los santiaguinos.
El tercer lugar, con el 13 por ciento, es ocupado en divergencias o ataques a la Oposición.
Los estudios demuestran claramente que en campañas electorales toda la balanza se carga a favor del candidato oficialista, en este caso de la Presidenta de la República, y en contra de los candidatos de la Oposición.
En épocas normales, como la actual, bajan ostensiblemente, al menos en un porcentaje, los ataques a la Oposición. Pero se mantiene en forma persisten cierto apoyo al gobierno de turno en los titulares y en las páginas principales del diario.
Simplemente, me limitaré a citar algunos de los titulares que ahí se señalan. Por ejemplo, a favor del Gobierno, Bachelet a empresarios del Transantiago: El tiempo se les terminó. ¡Basta ya! (16 de mayo). El 13 de mayo: “Cortazar acelera”. Eso también a favor del Transantiago.
Titulares de portada entre marzo y junio de este año: Piñera reincide con estilo agresivo. Piñera no logró ordenar su casa. Nuevo estilo pendenciero de Piñera.
Para terminar, no voy a hablar de las pérdidas financieras ni de los dictámenes de la Contraloría General de la República respecto de la división del diario. Sólo quiero expresar que esto no es sólo crítica. Si de mi dependiera, cerraría un diario de este tipo, poco imparcial y con números rojos. Pero entendemos que el Estado puede tener un medio de comunicación escrito, que transmita ideas, pero en forma ecuánime, con altura de miras y en forma imparcial.
Por eso, aprovechando la presencia del ministro secretario general de Gobierno, voy a plantear una propuesta. Si se va a mantener este medio de comunicación escrito, transformémoslo en un sistema de administración similar al de Televisión Nacional de Chile.
Hace algunos años, también se discutía si cerrar o mantener este canal, porque arrojaba números rojos. Se buscó un directorio transversal, ecuánime y con altura de miras. De esa manera, el canal salió adelante y, cual más, cual menos, mantuvo cierta objetividad en el tratamiento de los temas y de las noticias.
No se nos diga que el diario La Nación hizo el intento. De hecho lo hizo. Creó un comité editorial entre los años 2004 y 2005, el cual duró algo así como cinco o diez minutos, porque no se respetó lo que estableció que, se suponía, era transversal.
Esperamos que esta sesión, con tranquilidad y la pausa necesaria, haga reflexionar al Gobierno, a la Concertación sobre el rumbo de ese diario y rectifiquen su acción, porque entendemos que los medios de comunicación, en este caso de propiedad del Estado, son de todos los chilenos y no de unos pocos o del gobierno de turno.
He dicho.
El señor WALKER (Presidente).- Entrando en el debate, tiene la palabra el diputado señor Sergio Aguiló.
El señor AGUILÓ.- Señor Presidente, en verdad, no deja de ser agradable participar en un debate con personas que, al igual que Cristián Monckeberg, tienen tanto sentido del humor, como el que ha demostrado.
Fíjense que ha dicho, de manera textual, que sólo La Nación es un medio de prensa tendencioso a favor de un sector político porque “todos los otros cuentan la realidad tal cual es”.
¿En qué país estará viviendo Cristián Monckeberg? Esta pregunta es extraordinariamente interesante porque él ejemplificó –fíjense bien- la intervención electoral de La Nación con algunos de sus titulares que contenían alguna expresión favorable a Michelle Bachelet cuando fue candidata, o a la actual Presidenta de la República en el ejercicio de su magistratura.
Él no ha visto nunca, no obstante ser un lector asiduo -me imagino- de diarios, todos los editoriales y las tapas de El Mercurio y La Tercera. Jamás ha reparado en cada uno de los periódicos que tienen las cadenas de El Mercurio y Copesa a lo largo del país, de extremo a extremo, incluso en lugares en los que no se vende La Nación.
Junto con mi colega Germán Verdugo, represento al distrito de Talca, al cual no llegan más de diez ejemplares de La Nación para una población de 210.000 habitantes, aproximadamente. ¡Ni siquiera alcanza para un quinto de los quioscos del centro de mi ciudad este diario que tanta influencia ha ejercido, según Cristián Monckeberg, en los destinos electorales del país!
Él se sonríe. Claro, porque es una persona con sentido del humor, y eso es la parte agradable de esta conversación.
Él estima que La Tercera es un medio que cuenta exactamente la realidad y que jamás se ha inmiscuido en política. ¡Qué ternura! Él encuentra que El Mercurio, que el señor Presidente de la Corporación lo ha leído más de una vez, es un diario entera y completamente objetivo, y que los diarios de provincia de la cadena de El Mercurio son entera y completamente objetivos. ¡Y jamás -nunca- han titulado a favor de algún candidato de la derecha!
Naturalmente, Cristián Monckeberg rasga vestiduras y se pregunta cómo es posible que un diario con el poder de La Nación, con su tremendo tiraje, que incluso ha generado problemas de insumos de celulosa, haya tenido en jaque a la política chilena por su nivel de intervencionismo electoral a través de sus titulares, justamente los que inclinaron la votación a favor de la Concertación.
Está bien. Se puede perder el tiempo en estas sesiones. Lo podemos hacer después de tanta tensión y del trabajo de las comisiones. Ya que la derecha ha hecho uso de una disposición reglamentaria y ha pedido esta sesión extraordinaria con determinado número de firmas, pensé que iba a entregar antecedentes más sólidos; que se iba a hacer una comparación entre La Nación y los demás medios de comunicación; que el señor Cristián Monckeberg iba a referirse al pluralismo de Megavisión, o de Canal 13; que nos iba a contar cuántos invitados de derecha, de centro y de izquierda asistían a algunos programas; que concurrían en igual proporción personas de distinto pensamiento político a Megavisión. Incluso, que nos iba a hablar del cariño que siente por estas cosas el candidato de Cristián Monckeberg.
En verdad, estamos frente a un país que es completamente sui generis en América Latina y el mundo. ¿Cuál es la realidad desde el punto de vista de los medios de comunicación? La extraordinaria concentración de ellos en pocos grupos económicos y en solo un segmento ideológico: la extrema derecha.
Estamos en presencia de un país que no tiene parangón en América Latina en esta materia. En Uruguay, Argentina, Brasil, uno se encuentra con medios de comunicación, como Página 12, de los sectores progresistas, democráticos. En Chile, nada; absolutamente nada.
Todo el avisaje empresarial va a las cadenas de El Mercurio y Copesa, a lo largo y ancho del país. Ningún otro medio puede subsistir, porque éste y los anteriores gobiernos de la Concertación han tenido la decencia, excesiva, en mi opinión, de no privilegiar con avisos del Estado a medios independientes, como en su momento fueron Página 7, El Fortín Mapocho, La Época, entre otros.
Si hubiéramos tenido una política, no para privilegiar avisos económicos del Gobierno en esos medios, sino, simplemente, para equiparar el avisaje que se le entrega a La Tercera y El Mercurio, habríamos tenido la posibilidad de tener un país un poco más normal, desde el punto de vista de las opiniones con las que se informa a la ciudadanía, porque no es posible que sólo se discuta qué canal es más de derecha y reaccionario; cuál es más sesgado, el más arbitrariamente partidario en toda su orientación.
Conversaba con algunos diputados que hay un programa en la noche, en Canal 13, que lo conduce una periodista de apellido Pueyrredón, en el que de cada diez invitados, ocho son de derecha.
¡Para qué hablar del canal del señor Claro! Éste ya no es un chiste. Él no tiene el sentido del humor de Cristián Monckeberg, que nos ha agasajado hoy con su jocosa intervención.
Me han dicho que usted, señor Presidente, es un gran lector y ve mucha televisión, porque llega temprano a su casa. Francamente, en el país necesitamos pluralismo, que haya diversos medios de comunicación.
Quiero contarle al señor Cristián Monckeberg, que es un joven con gran sentido del humor, pero que conoce poco la historia de Chile, a diferencia de Juan Bustos, que el diario La Nación también lo conducía, con el mismo espíritu de Gobierno, Jorge Alessandri. También lo hizo Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende.
Bueno, no le voy a recordar cómo lo hizo, no sólo con La Nación, sino que con todos los medios de comunicación, ese general que fue, en alguna época, tan amigo suyo y que, hoy, está tan distante de usted, y usted tan distante de él.
Hay que tener también un poquito de sentido del rubor. Si el sentido del rubor y el sentido de la vergüenza son también parte de la gente con decencia; con la decencia que le conocemos a Cristián Monckeberg, por quien siento una particular simpatía.
Entiendo. Han preferido que intervenga en esta sesión más bien un parlamentario con sentido del humor, en lugar de otro que hubiera hecho una intervención más sustantiva, porque de lo que se trata, de modo preciso, es exacta y rigurosamente lo contrario: cómo podemos transformar un país unicolor, desde el punto de vista de los medios de comunicación, con todos los medios televisivos en manos de la derecha, con dos tercios de las radios en manos de la derecha, con todos los medios escritos en manos de la derecha, en otro en el que haya libertad de información, libertad de prensa; haya la posibilidad de que los pobladores, los ciudadanos, los trabajadores puedan leer la prensa que más los interprete y refleje sus pensamientos, sus inquietudes, sus esperanzas.
La derecha lo quiere todo. Quiere el poder militar, porque militar que pasa a retiro ingresa a la UDI. No sé si han hecho el esfuerzo o han encomendado a Cristián Monckeberg algún reclutamiento especial en esa área. La UDI, que tiene el poder económico y el poder de los medios de comunicación, lo único que quiere ahora es terminar con La Nación. Es cierto que este diario ha publicado esos titulares, señor Monckeberg; pero debe comparar esos titulares con los de La Tercera o de El Mercurio o con aquellos con que Teletrece o Megavisión inician sus noticiarios. Fíjese que Chilevisión no abre sus noticiarios con ningún titular, señor Monckeberg, porque su candidato es dueño de ese canal de televisión. Su candidato compró un canal de televisión.
Nosotros simplemente hemos dispuesto de las mismas leyes que usaron todos los presidentes de la República y vamos a seguir haciéndolo, con la esperanza de que en algún momento nuestros gobiernos, con la misma decencia que han tenido siempre, distribuyan un poco más ampliamente el avisaje, de manera que medios independientes, como lo fueron en su momento La Época, el Fortín Mapocho y otros, que hicieron historia de buen periodismo, puedan seguir subsistiendo. Los chilenos de Izquierda, los de Centro, los del mundo popular, los sindicalistas también tenemos derecho a leer y a escuchar noticias de nuestro agrado y no sólo las que escribe y transmite la Derecha.
He dicho.
El señor WALKER (Presidente).- Tiene la palabra el diputado señor Andrés Egaña.
El señor EGAÑA.- Señor Presidente, después de escuchar al diputado Aguiló creí que me había equivocado de sesión. Afortunadamente, estas intervenciones tienen la particularidad de quedar grabadas y escritas. Creo que la intervención del diputado Aguiló debería ser enviada a las escuelas de periodismo para que la estudien. El señor diputado ha confundido el tema que hemos venido a tratar: la utilización político partidaria por parte del Gobierno del diario La Nación, y ha aludido a una serie de medios de comunicación que no es el momento de analizar. Además, él se salta un aspecto muy importante: el diario La Nación está financiado por todos los chilenos. Pero como la Concertación está acostumbrada a girar y a gastar, con gran intervención electoral, los recursos del Estado, para el diputado Aguiló es lo más normal –así ha quedado consignado aquí- que el diario La Nación sea utilizado como el Gobierno estime conveniente. Es bueno que lo notifiquen y que hablemos con la verdad y con transparencia. No obstante –reitero-, lo que estamos analizando aquí es de qué manera se ha usado el diario La Nación.
Quiero recordar que en agosto de 2004 se nos informó que se había pedido la renuncia al director de La Nación porque la línea editorial del diario no estaba de acuerdo con los grandes planteamientos del Gobierno. ¿Qué se nos prometía en agosto de 2004? Que se iba a hacer un estudio para reformar administrativamente dicho medio y darle una estructura legal parecida a la de Televisión Nacional. Señor Presidente, esto parece un chiste cruel. A pocos pasos de esta Sala se está votando la proposición de los nombres de quienes integrarán el directorio de Televisión Nacional. La Presidenta de la República se la ha tenido que jugar personalmente para que se aprueben los dos nombres que propuso. Circunstancialmente, uno de esos nombres es el del presidente del directorio del diario La Nación. Él va a aportar a este canal público, pluralista, del Estado, el concepto que hemos visto en el diario La Nación. Es bueno saberlo.
¿Qué es lo que más nos preocupa? Dar una campanada de alerta, pues se parte utilizando las portadas para hacer descalificaciones simples, luego se usan palabras fuertes y de ahí se va escalando. En ese sentido, quiero referirme a una de las campañas más vergonzosas y canallescas que se han hecho en el periodismo nacional, en la que La Nación tuvo una participación importante: el caso Spiniak. De eso nadie se acuerda; ni siquiera lo mencionó el diputado Aguiló. ¿Cuántas portadas, fotografías y titulares vimos sobre el particular? ¿Cuánta ayuda se realizó para dicha campaña? En esta misma Sala, en reiteradas oportunidades pedimos que se constituyera una comisión investigadora para determinar qué recursos recibía por La Nación la revista Plan B, que era impresa en los talleres del diario La Nación. Nunca pudimos saber si las facturas habían sido pagadas o no.
¿Por qué es importante dar una campanada de alerta? Porque ese tipo de periodismo ya lo conocimos en el tiempo de la Unidad Popular. Así se empezó. A aquellos que les gusta la historia, deben recordar qué pasó en aquella época. Tengo aquí un ejemplar del diario “Última Hora”, del 17 de abril de 1973, un diario de su partido, diputado Aguiló. El editorial se titulaba “Traidores y carajos.” “Una nueva ofensiva reaccionaria enfrenta el pueblo y el gobierno, encabezada por los felones de la Democracia Cristiana.” Luego se hace una diatriba que prefiero no leer, porque se utilizan palabras que considero bastante fuertes. Ese tipo de periodismo nace así, con una simple portada.
En esta Sala estamos señalando que con la plata de todos los chilenos se usa arbitrariamente un medio de comunicación. Sin embargo, para escabullir el bulto de lo que estamos tratando, se mezclan los temas, se alude a otros medios de comunicación, al señor Claro, a canal 13, etcétera. La idea es sacarle el cuerpo al problema de fondo. Lo que estamos discutiendo –reitero- es el uso abusivo de un medio financiado por todos los chilenos, que es el diario La Nación, que sólo subsiste por los ingresos que obtiene a través del Diario Oficial.
También se dijo que se podría haber repartido la publicidad estatal entre distintos medios. No, diputado Aguiló. Los medios de comunicación simplemente no subsisten porque pierden sus lectores, sus auditores o su sintonía. Cabe preguntar por qué, en forma escalonada, se han ido cerrando los diarios y revistas de izquierda? ¿Porque el Gobierno, mediante la publicidad y la propaganda estatal, no les ha dado el oxígeno que requieren? No, ese fenómeno se debe a que han perdido objetividad periodística, a causa de lo cual la gente los ha abandonado.
Por lo tanto, no se trata de descalificar y de hacer una mezcla con los diferentes medios de comunicación.
Recuerdo que, en su momento, se pidió con mucho bombo la renuncia indeclinable del entonces director del diario La Nación debido a que se había apartado de la línea editorial y, además, se anunció una renovación profunda de ese medio periodístico.
Señor Presidente, por su intermedio, deseo expresar al señor ministro que han pasado varios años y, sin embargo, nada se ha sabido sobre el anunciado proceso de renovación.
Por eso pedimos la realización de esta sesión especial, en la que ha quedado demostrado con cifras concretas, como las entregadas por el diputado Cristián Monckeberg, y sin el ánimo de festinar, la realidad del diario La Nación.
Señor Presidente, por su intermedio, no puedo decir lo mismo de lo expresado por el diputado Aguiló, que habló y después se fue.
A mi juicio, se debe reparar en qué tipo de periodismo se practica, de manera de no volver al que se efectuó en el pasado, que lo único que consiguió fue exacerbar los ánimos.
Basta ver las portadas de La Nación, que en forma frecuente aparecen plagadas de descalificaciones. Aquí, por ejemplo, tengo la edición del domingo pasado. ¿A qué se dedica? A denostar a la Alianza por Chile y a sus senadores y diputados. Dicho medio ejercita en forma permanente la descalificación hacia quienes formamos parte de ese sector político. ¿Ése es el periodismo que queremos? ¿Ése es el periodismo que el Gobierno financia con recursos de todos los chilenos?
Por lo tanto, si el Gobierno desea mantener ese diario, tiene el gran desafío de demostrar a la opinión pública que su manejo se hará en forma objetiva y que no continuará sirviendo como un medio de intervención electoral.
He dicho.
El señor WALKER (Presidente).- En el tiempo del Comité de la Democracia Cristiana, tiene la palabra el diputado señor Jorge Burgos.
El señor BURGOS.- Señor Presidente, en forma muy breve, deseo expresar un par de cosas.
Soy de los que creen que existe un espacio importante para mejorar la estructura jurídica y política, si se quiere, del diario La Nación.
A mi juicio, es bueno que en una sociedad en la que, en general, nos guste o no, los medios de comunicación, en especial los escritos y la televisión –es probable que en la radio ocurra menos-, tienen un sesgo ideológico dado por sus propietarios –lo que, por cierto, tiene alguna connotación de legitimidad y, también, debe ser objeto de discusión-, exista algún diario que cuente con una visión diferente.
No obstante, reitero que es necesario mejorar la estructura jurídica de ese diario. Por lo tanto, considero que un objetivo transversal de esta sesión podría apuntar a un avance en ese sentido.
Pero aquí se han traído a colación hechos respecto de la libertad de prensa e, incluso, se han recordado situaciones de los años 70. No lo hice yo. Por lo tanto, sólo me voy a limitar a responder.
Señor Presidente, por su intermedio, con todo respeto, no puedo dejar de decir una cosa al diputado Egaña: si hay algo que en estos años distingue al país, a pesar de que probablemente existe un trecho para seguir avanzando, es el progreso brutal en relación con los espacios de libertad de prensa. Era que no, si reconstruimos la democracia. Además, con todo respeto, deseo recordar al diputado señor Egaña que uno de los baldones más oscuros en materia de medios de comunicación en Chile fue el ocurrido en canal 13, donde el colega participaba durante la dictadura, estación televisiva que llegó al extremo de vetar al cardenal de la Iglesia Católica. De eso estamos hablando.
En consecuencia, aquí todos tenemos alguna historia que contar.
Por lo tanto, a la hora de hacer cuestión respecto de la libertad de prensa, lo menos que se puede hacer es recordar toda la historia del país, no sólo una parte.
He dicho.
El señor WALKER (Presidente).- En el tiempo del Comité de la Unión Demócrata Independiente, tiene la palabra el diputado señor Enrique Estay.
El señor ESTAY.- Señor Presidente, deberíamos preguntarnos sobre el rol que debe cumplir el Estado en relación con la materia que nos ocupa. ¿Debe centrarse en poner su agenda oficiosa a disposición de lectores que no se interesan en su lectura? ¿En ser un panel de avisaje estatal y de sus empresas? ¿En presentar una visión contrapuesta, supuestamente compensatoria, de la sostenida por los grandes conglomerados del periodismo escrito? ¿En ser “democrático”, pero representar sólo las ideas de un sector político? ¿En intentar imponerse sobre las preferencias editoriales de los chilenos, que optan en forma masiva por otros diarios?
La Nación es el diario de circulación nacional menos leído por la ciudadanía. Así lo prueban datos entregados por el estudio semestral de verificación de circulación, respecto del semestre julio-diciembre de 2006, del Sistema de verificación de circulación y lectoría, de la Asociación Nacional de la Prensa, la Asociación Chilena de Publicidad y la Asociación Nacional de Avisadores. En él se establece que el promedio de circulación de dicho diario corresponde, apenas, a 8 mil 872 ejemplares, esto es, 18 veces menos leído que El Mercurio y 15 veces menos leído de La Cuarta, La Tercera y Las Últimas Noticias.
De manera que estamos discutiendo acerca de un producto que tiene una presencia marginal en el mercado de la información. Además, si se considera que los chilenos reciben de la televisión las tres cuartas partes de su “dieta” de información diaria, como lo señalan informes del Consejo Nacional de Televisión, la presencia informativa de La Nación es aún más marginal, más bien micromarginal.
Podría decirse, entonces, que es fútil y no tiene sentido analizar qué está pasando con el diario La Nación. Pero resulta que, en forma mayoritaria, ese medio es de propiedad estatal y, para peor, su marcado sesgo ideológico dista mucho de representar la amplia variedad de pareceres y realidades que viven los chilenos.
Si en verdad el país requiere un diario estatal, no de gobierno, algo que cada vez está más en discusión, su rol debería centrarse en representar la más amplia divergencia de realidades que contiene en su seno el Estado de Chile. Un medio así pensado debería reflejar pluralidad política en su directorio, equipos directivos, personal periodístico y contenidos, que es lo mínimo exigible, pero que hoy por hoy no se cumple para nada, y un abanico abierto a las diferentes realidades regionales de norte, centro y sur; a la multiplicidad étnica, a la empresa y el trabajo, a los mundos de valores religiosos y éticos contrapuestos que subyacen dentro de Chile. Y, ¡caramba!, qué lejos está La Nación de presentar ese panorama.
El diario La Nación es un absoluto extranjero en las comunas del distrito que represento. En sus páginas no se reflejan las realidades de Galvarino, Victoria, Curacautín o Melipeuco. Los agricultores, los pueblos mapuche y pehuenche, los campesinos y los colonos de la alta cordillera de Lonquimay no conocen sus páginas y, menos aún, las leen. Por lo tanto, convendría pensar en el porqué de ese hecho. La respuesta es muy simple: La Nación es un diario hecho por pequeñas minorías para el goce de pequeñas minorías. Por eso, aunque sea capaz de autofinanciarse gracias a sus servicios de imprenta y a las publicaciones legales y publicitarias del Estado, es el diario menos leído de Chile.
Pero, como se trata de un diario pagado por los chilenos y que debería representar a todos los chilenos –la única justificación a su existencia está en que debería cumplir un rol subsidiario al de los grandes conglomerados-, no existe consuelo alguno en conformarse con su autofinanciamiento o que sea un lujito entregado a manos de una minoría politizada.
Chile necesita un cambio en muchos ámbitos, y el diario La Nación representa uno de ellos. Renovarse o morir es el dilema que ese medio estatal viene enfrentando hace años y sobre el cual es hora de tomar decisiones.
He dicho.
El señor WALKER (Presidente).- Tiene la palabra el diputado Pablo Galilea.
El señor GALILEA.- Señor Presidente, he escuchado las ironías del diputado Aguiló. A él, seguramente, le gustaría tener un modelo de medios de comunicación parecido al que Chávez ha impuesto en Venezuela, donde el que piense distinto al gobierno, simplemente, se cierra; pero, se permite -porque en Chile no es viable que eso ocurra-, justificar que un medio, que supuestamente es de todos los chilenos, tenga una intervención descarada. Para qué estamos con cosas, si La Nación fuera un diario serio y objetivo, tendría gran tiraje; pero la verdad hay que decirla: no lo compra nadie. Sin embargo, no podemos medir la intervención y su influencia por la efectividad de la misma, sino por el hecho mismo, porque, supuestamente, repito, éste es un medio de todos los chilenos.
Quiero tocar un hecho tal vez un poco distinto, pero, sin duda, relevante para lo que estamos tratando.
Después de casi un año de las elecciones palamentarias y presidencial, con fecha 17 de noviembre de 2006, apareció una noticia en el vespertino La Segunda referida a una deuda por la suma de 80 millones de pesos que mantendría el Partido por la Democracia con la imprenta Puerto Madero Impresores S.A. Esta imprenta es de propiedad del Estado, en un 69 por ciento, e impulsora de la alianza con el diario La Nación. La deuda subía a consecuencia de la contratación de servicios de la referida imprenta por parte del PPD en las pasadas elecciones de diciembre del 2005.
Señor Presidente, ¿qué empresa pública es ésta que da créditos a un año plazo y no sabemos si cobra o no cobra intereses?
Por todo lo anterior, en diciembre del año pasado, presenté, ante el Consejo de Defensa del Estado, un requerimiento para que dicho órgano, encargado de la defensa de los intereses patrimoniales del Estado, ejerza acciones de cobro. Dado que no se me respondió en forma oficial, en enero de este año, con los diputados Alfonso Vargas y Nicolás Monckeberg, nos entrevistamos con el presidente del Consejo, señor Carlos Mackenney, y le preguntamos sobre este caso. Su respuesta nos dejó entrever que era discutible que el Consejo tuviera atribuciones para efectuar ese cobro.
Quiero expresarle, por su intermedio, señor Presidente, al presidente del Consejo de Defensa del Estado -y también hacérselo saber al señor ministro que hoy nos acompaña-, que respecto de sus atribuciones, a dicho Consejo le corresponde “la defensa en los juicios en que tengan algún interés los servicios de la administración descentralizada del Estado o las entidades privadas en que el Estado tenga aporte o participación mayoritaria -precisamente, éste es el caso- siempre que el respectivo servicio jurídico no esté en condiciones de asumir convenientemente tal función, circunstancia que en cada caso calificará el Consejo –artículo 3° de su ley orgánica-.”
Por ello, el hecho de que haya pasado más de un año desde que la referida empresa prestó el servicio sin que haya ejercido una acción civil de cobro de lo adeudado, es prueba fehaciente de que estamos ante la hipótesis de que el referido servicio jurídico no está en condiciones de asumir convenientemente la función de resguardo del interés fiscal.
Siendo la intervención electoral un tema destacado en la agenda noticiosa actual, desde la óptica del desvío de fondos públicos hacia campañas políticas se ha hablado bastante en cuanto a que puede ser considerad por acción u omisión. Aquí estamos en presencia de una intervención clara del Estado por omisión, puesto que ha omitido el cobro de una deuda que debiera estar pagada, cual es la prestación de servicios a una empresa del Estado a favor de una campaña política de un partido de la Concertación.
Por ello, nos parece impresentable la actitud adoptada por el Consejo de Defensa del Estado en este caso, dado que se ha rehusado a ejercer las atribuciones que la ley le asigna, con grave consecuencia para el patrimonio fiscal.
Sin perjuicio de lo anterior, hasta ahora, nadie ha dicho en forma clara si la deuda de 80 millones de pesos, que mantenía el PPD con la empresa diario La Nación, está pagada o no lo está. Por lo que emplazo, públicamente, a ese partido político para que responda si pagó esa deuda, cuándo la pagó y si pagó también los intereses correspondientes.
Aquí hay un claro hecho de intervención por omisión de una empresa del Estado que pertenece a todos los chilenos y esto no lo podemos aceptar.
He dicho.
El señor WALKER (Presidente).- Tiene la palabra el diputado José Antonio Kast.
El señor KAST.- Señor Presidente, hace unos momentos, fuimos testigos de la intervención del honorable diputado Aguiló. Él nos decía que La Nación era un diario más; pero es importante destacar que aunque imprimiera un solo ejemplar, ese periodismo debiera ser objetivo; aunque fuera solamente un diario el que se publicara en todo Chile –lo que sería una bendición para los ciudadanos, quienes no tendrían que ver esos titulares que, en el fondo, denostan a las personas-, su portada debiera ser objetiva y existir un periodismo real, veraz, detrás de un diario como éste, porque es de todos los chilenos.
Lo grave de La Nación, a mi juicio, es que es parte de un todo. Si uno analiza sus publicaciones, curiosamente, casos emblemáticos, que todos los chilenos conocen a través de otros medios de comunicación, allí no aparecen. Y si buscamos los titulares de los domingos, que son los que llaman más la atención, no vamos a encontrar nunca referencias a INDAP, a lo que ha pasado en Ferrocarriles del Estado, a los programas generales de empleo, a la realidad de Chiledeportes, al Fosis y a cómo se han manejado los fondos en esa repartición de gobierno –hay querellas, presentadas en las regiones Quinta y Novena por su mal uso-. En el diario La Nación del domingo nunca se ha hablado acerca de las indemnizaciones en Codelco y del mal uso de los fondos que allí se han realizado. Nunca sobre los temas MOP-Gate ni de CORFO-Inverlink. Para qué hablar de las indemnizaciones millonarias que se dieron hace algunos años, las cuales no existen para La Nación. Tampoco existieron los temas sobre la educación de adultos en la Sexta Región ni el medio ambiente que infringen las empresas del Estado en forma reiterada. Para La Nación, ésos no son temas.
El diputado Aguiló, por su intermedio, señor Presidente, nos decía que a Talca llegaban solamente diez ejemplares. Qué bien por los talquinos que no tienen que leer las portadas de La Nación del domingo. Pero, ¿por qué no se venden más?, porque la gente no compra los diarios que son pasquines. Y ¿qué es un pasquín? Es algo similar a “The Clinic” y La Nación del domingo funciona con el mismo esquema: una gran portada, que ocupa un gran espacio en un quisco, y eso basta; no necesita que la gente se interiorice en la noticia, sino que le llame la atención la foto de la portada. Ése no es un periodismo al cual aspiran los chilenos. Por eso no se vende.
También se no dice que hay que valorar la decencia del gobierno de no publicar en La Nación avisos, por ejemplo, que llaman a concursos públicos y otras cosas -que el gobierno hace en forma reiterada-. Aquí podría decirse que la decencia es no publicar en un diario que desvirtúa la realidad -que en algún momento sirvió de paraguas para otro pasquín, que era el “Plan B”, respecto del cual nunca se pudo investigar la relación que había entre ambos- y que se dedica a denostar a muchas personas en el país.
Por lo tanto, no llama la atención que en Talca se vendan solamente diez ejemplares, porque la gente no busca este tipo de periodismo. Ojalá, La Nación entendiera que debe ser un diario pluralista, que –reitero- no denoste y desvirtúe la realidad.
He dicho.
El señor WALKER (Presidente).- A continuación, tiene la palabra el señor ministro Ricardo Lagos Weber.
El señor LAGOS (Ministro Secretario General de Gobierno).- Muchas gracias, señor Presidente.
Buenas noches a los señores diputados.
En primer lugar, quiero agradecer la citación a participar de este análisis, como reza la citación de la Cámara, que señala que se cita a “analizar la utilización política partidaria por parte del Gobierno del diario La Nación”.
Rechazo categóricamente los términos prejuiciosos en que está planteada la citación. En todo caso, he seguido atentamente el debate y comparto los diversos elementos que han surgido durante la discusión.
Hasta ahora, no está en cuestión la calidad jurídica del diario La Nación. Los diputados entienden que hablamos de una sociedad anónima cerrada, en la cual el Gobierno puede nombrar a algunos miembros del directorio, y representada por ordinarias y preferidas, lo cual no le entrega amplias atribuciones al fisco, como socio mayoritario, para establecer cambios fundamentales.
Sin perjuicio de eso, y como soy una persona que trata de ser ecuánime, escucho atentamente buena parte de los planteamientos que aquí se han hecho, tanto de un lado de la Sala como del otro.
Si alguien estima necesario debatir sobre pluralismo, sobre la correcta objetividad -si es que existiera- de los medios de comunicación, el Gobierno siempre va a estar dispuesto.
En todo caso, voy a rescatar lo que han señalado varios diputados, porque este Gobierno y la Concertación han hecho esfuerzos reales, serios y significativos por velar por la libertad de expresión y de pensamiento, a la cual afortunadamente hemos logrado atraer a aquellos que en su minuto tuvieron una visión distinta. Desde ese punto de vista, el éxito de la Concertación está garantido.
Cuando uno escucha voces en esta Sala, pidiendo al unísono pluralismo, hablar con la verdad y espacio para todos los chilenos, sea en regiones y en el centro del país, para cubrir noticias para los mapuches, etcétera, no puedo sino estar más de acuerdo con ellos y propender a aquello.
En segundo lugar, ni este Gobierno ni los anteriores han hecho uso de poder; no han tenido posiciones dominantes ni ha existido mala práctica de los medios de comunicación. En esta Sala se ha dicho que uno podría utilizar distintos elementos para, tal vez, haber influido, en su oportunidad, un mayor pluralismo en los medios de comunicación. Cualquier persona, cualquier diputado, estará conteste con el ministro que habla de que a fines de los 80 existía mayor pluralismo escrito que el que hoy tenemos. Las razones pueden ser diversas, pero coincidirán conmigo en que, más allá de la publicidad que tuvieren o no, a fines de los 80, cuando recuperamos la democracia, existía más pluralismo en los medios de comunicación. No digo que lo que hoy tenemos sea malo, sino que había más pluralismo, y entiendo, de las palabras que he escuchado en esta Sala, que a eso apuntan los señores diputados.
Por lo demás, una comisión de esta Cámara se que va a abocar al tema del pluralismo en los medios de comunicación y espero que en ella se dé la discusión que corresponde. También espero que el debate de hoy, al cual he venido como muy buena disposición, al igual -como me imagino- que lo han hecho los señores diputados, no esté movido sólo por la coyuntura de tener que elegir un par de directores en Televisión Nacional, discusión que se está dando en este momento en el Senado. Repito, la discusión debe darse de manera permanente y no por la coyuntura.
Respecto del avisaje, efectivamente el estatal puede hacer una diferencia, pero los gobiernos de la Concertación jamás –reitero- jamás y tres veces jamás, han utilizado el avisaje estatal para apoyar a un medio de prensa en particular. Prueba de ello, es que han pasado distintos medios de comunicación y, por diversas razones, no han subsistido. Una de las críticas más profundas que han hecho es que no contaron con el apoyo del avisaje estatal, y la razón por lo que eso fue así, es por que el avisaje estatal no está pensado para financiar medios de comunicación. Otra cosas son los efectos indirectos que puede tener un avisaje.
Me quiero hacer cargo de algo que se ha afirmado en esta Sala. Se dice que los medios que tiene baja circulación, no cuentan avisaje por malos. Les quiero recordar que existe un medio de comunicación escrito, emblemático en Chile, con nombre de centro de salud, de gran circulación nacional y que ha tenido muchas dificultades para conseguir financiamiento. En consecuencia, pensar que a mayor circulación se tiene asegurado el financiamiento, por lo menos en el Chile de hoy eso no está garantizado. Sus señorías saben a qué medio de comunicación me refiero.
Deseo reiterar la disposición del Gobierno a discutir todos los temas y el que tenga alguna dificultad, el que tenga algún cuestionamiento de carácter legal, el que tenga alguna dificultad como la planteada por el diputado señor Galilea, está en su derecho a ejercer todas las acciones que le otorga la ley, para que las instituciones operen como deben operar en Chile y se persigan las responsabilidades que él dice que deben perseguirse. Desde ese punto de vista, el Gobierno va a estar más que seducido por esa propuesta.
En todo caso, el diario La Nación es un medio que no está influenciado por el Gobierno; el ministro nunca toma el teléfono para llamar al diario La Nación. Este medio tiene un consejo editorial independiente, del cual, en su oportunidad, participaron sendos miembros de Renovación Nacional y de la Unión Demócrata Independiente, por más de un año y las puertas están abiertas, entiendo, para que siga siendo de esa forma.
Por último, espero que estos 17 años sirvan para que, al término de esta administración o en los próximos 17 años contemos con la riqueza del pluralismo escrito que tuvimos a fines de los 80 y ojalá que la discusión sobre la televisión pública se extienda, con los debidos resguardos, a la televisión en general. A ratos, falta un poco de pudor en la discusión sobre la participación de los propietarios de los medios de comunicación y la cobertura que se les da. Conozco pocos países donde los dueños reciben tratamiento exclusivo en sus canales de televisión. Por eso, la estación pública puede dar cátedra de cómo se opera un medio eficiente.
He dicho.
El señor WALKER (Presidente).- Ofrezco la palabra.
Ofrezco la palabra.
Ofrezco la palabra.
Cerrado el debate.
Se suspende la sesión por 5 minutos.
-Transcurrido el tiempo de suspensión:
El señor WALKER (Presidente).- Continúa la sesión.
Se han presentado dos proyectos de acuerdo.
El señor Secretario dará lectura al primero de ellos.
El señor LOYOLA (Secretario).- Proyecto de acuerdo N° 421, de los señores Monckeberg, don Cristián; Bertolino, Palma, Galilea, Verdugo, García, don René Manuel; Álvarez-Salamanca, Kast, Egaña y Aedo.

El señor WALKER (Presidente).- En votación.
-Efectuada la votación en forma económica, por el sistema electrónico, dio el siguiente resultado: por la afirmativa, 42 votos; por la negativa, 31 votos. No hubo abstenciones.
El señor WALKER (Presidente).- Aprobado.
El señor WALKER (Presidente).- El señor Secretario dará lectura al otro proyecto de acuerdo.
El señor LOYOLA (Secretario).- Proyecto de acuerdo N° 422, de los señores Quintana, de Urresti, León, Jarpa, Walker, Leal, Montes, Aguiló, Súnico, de la señora Saa, doña María Antonieta; del señor Burgos, de la señora Allende, doña Isabel, y de los señores Olivares, Pérez, Ortiz, Jaramillo, Farías, Ojeda, Núñez y Accorsi.

El señor WALKER (Presidente).- En votación.
-Efectuada la votación en forma económica, por el sistema electrónico, dio el siguiente resultado: por la afirmativa, 52 votos; por la negativa, 2 votos. Hubo 11 abstenciones.
El señor WALKER (Presidente).- Aprobado.
El señor WALKER (Presidente).- Por haber cumplido con su objetivo, se levanta la sesión.
-Se levantó la sesión a las 19.49 horas.

Jorge Verdugo Naranjo,
Jefe de la Redacción de Sesiones.

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