domingo, 24 de julio de 2005
Entrevista Carlos Pinto
Los nuevos cuentos y obsesiones del exitoso hombre de televisión
YO PINTO
Miguel Paz / La Nación Domingo (24 de julio de 2005)
Hace dos semanas hizo de las suyas con un capítulo especial de “Mea culpa” sobre Ignacio Navarrete, el “doctor amor”. Dejó la pelota picando para los desembarcos de la nueva temporada del programa en octubre, de “El día menos pensado” y de la serie “El cuento del tío” en agosto. Además, encima, escribe el guión de su película. “Esta manzana da jugo”, dice muerto de la risa. Obvio, las cosas le están saliendo “a la pinta”.
-¿Qué te pasa cuando te dicen “el rey del rating”?
-Nunca me hago cargo de esos calificativos que son tan mediáticos. Así como te pueden decir “el rey del rating”, mañana te pueden decir “el gran fracaso de Chile”, y eso me molestaría mucho.
-¿Sientes la presión de seguir teniendo éxito?
-Sin duda. Siento la presión cada año. La gente espera que uno haga cosas extraordinarias, y no todo lo que uno hace lo es. Así como los jugadores de fútbol, que tienen partidos buenos y partidos malos, la gente no te va a perdonar cuando saques 15 puntos de rating. Van a ser lapidarios.
-Has dicho que no te agrada que TVN ponga a “Mea culpa” a competir con Kike Morandé los lunes. ¿Por qué?
-Nunca me agradó. Éstas son peleas que te suben al ring y te empujan. Yo me bajo pero me vuelven a subir. Siempre he dicho que no tengo rival. Mi único rival soy yo mismo, porque soy la medida de mi propio éxito y fracaso.
-¿No tienes cansancio de hacer “Mea culpa” o miedo a repetirte?
-Es que “Mea culpa” es imposible que se repita. Cada historia es distinta y absolutamente nueva. El género no sufre ningún daño; al contrario, ha adquirido nivel hasta de clásico. Cada vez que ponemos una historia potente, el público la ve y aplaude.
-En sus orígenes el programa era demonizado por “cebolla”.
-Claro.
-Los críticos decían que tu programa era una basura.
-Hicimos un producto que sabíamos que en el medio iba a sacar roncha. Independiente de que la crítica fue muy lapidaria, cuando nos fue bien -al cuarto año, diría yo- nos ganamos todos los premios de la televisión. Fuimos el programa periodístico por excelencia. El mejor “reality show”, denominado así por el APES. Tengo guardado el premio por ahí como pisapapeles. Pero cuando empezaron a validar el programa sentí que había un segundo caminar mucho más limpio. En un principio, el público ABC1 lo veía y decía que no lo veía, le daba un poquito de lata, vergüenza. Hoy día, no.
-“Mea culpa” te dio un perfil “oscuro”, como de sepulturero.
-Cuando entré al mundo de “Mea culpa”, un programa serio, oscuro, tras las rejas, que gustó; la idea de la gente era que yo tenía que vestir de negro permanentemente. Poco menos que tenía que asomarme a la calle después de las diez de la noche. Si usaba blanco, alguien me sacaba una foto y decía: “¿Qué le pasó a este señor?”. En fin, la gente te estigmatiza y no hay peor pecado para un creador que estar estigmatizado.
-Pero te reíste de esa estigmatización haciendo cameos en programas como el “Jappening con ja”.
-Era la razón por la que yo salía en “Mea culpa”. Yo, en el fondo, me estoy sonriendo un poco. En el momento más dramático de “Mea culpa” aparezco provocando hilaridad, pero nunca la seriedad que hubiese planificado. Después, tratando de sacarme esta camiseta negra hice “El día menos pensado”, que no fue blanco, sino más bien gris, aunque estaba todavía en el lado oscuro de la pantalla. “El día menos pensado” tuvo mucho éxito. Entonces, la opinión general fue: “A este gallo le va bien con estos temas, que no hable de fútbol, ni de programas misceláneos”, y ahí ya me encasillé.
-¿Te molestó mucho eso?
-Sí. Y paré “El día menos pensado” y busqué la posibilidad de sentirme realizador. Para eso hurgué en la comedia. Era todo o nada. Si ahí me hubiera ido mal habría sido fatal. Pero quise correr el riesgo con “El cuento del tío”, sabiendo que perdía más que ganaba. Mi satisfacción grande fue que cerré el círculo como realizador al entender que estaba capacitado para estar en todos los géneros. Ahora vuelvo feliz a “Mea culpa” porque sé que después de “El cuento del tío”, si presento un programa sobre comedia, nadie me va a decir: “¡Pero qué estás proponiendo!”.
LA MANZANA QUE DA JUGO
-En un país donde los realizadores se quejan de la falta de industria del cine y la tevé, que aparezca un personaje que diga “yo escribo los guiones a mano, no necesito actores profesionales”, debe provocar mucho resquemor. ¿Te relacionas con tus pares?
-La verdad es que soy bastante lobo estepario. A lo mejor por temor a entender que me puedo influenciar con esquemas y maneras de hacer de otros que, probablemente, sean más correctas que las mías, pero entiendo que ésta funciona. Esta manzana da jugo de este modo y no quiero que deje de darlo porque alguien me diga: “No lo hagas con las manos, hazlo con una juguera”. No quiero hacerlo con una juguera.
-¿Qué es “hacer un Pinto”?
-No sé, a mí me entrevistaron una vez y me dijeron te voy a hacer un Pinto. Es como decir hagamos un Almodóvar, un Fellini. Lo entiendo como trabajar conmigo.
-Pero reconoce que tienes una fórmula. El lenguaje, los cameos...
-Es que no podría ser de otra manera. Hay una impronta, lo reconozco. En la cosa cómica, en la cosa triste, en la cosa emocionante, está mi manera de ver la vida, que tiene que ver con el cine.
-Y eso que no estabas considerado para conducir “Mea culpa” originalmente.
-No; pero el “Mea culpa” lo hice yo, sin duda. Los productores habían pensado en otras personas y lo presentaron a TVN, pero el canal lo aceptó con una condición: que hay un jugador que está haciendo banca hace rato y es ideal para esto; si lo meten a él compramos el proyecto. Y así nació.
El primer “Mea culpa” lo dirigió otra persona y no dio muestras de mucha fluidez. Como yo ponía la cara, renuncié. Dije: “Me retiro. Yo no soy galán de televisión, soy periodista o cineasta si ustedes quieren, pero no respondo por el trabajo de otra persona que no me representa”. Al segundo programa dije: “O dirijo o no hago nada”. Inmediatamente se dieron las movidas y pasé a dirigir el programa y a darle la característica que le he dado a todas mis cosas.
-Después de varios años terminaste peleado con Patricio Polanco, el creador de “Mea culpa”.
-Es súper natural. Esto se vino a producir el séptimo año de trabajo. Había cansancio y un deseo de querer volar solo. Y yo di libertad. Me retiré del programa sabiendo que lo perdía porque no era su dueño. El dueño era la productora (Nuevo Espacio) que se lo vendió al canal. Pero, graciosamente, cuando le propusieron a TVN otro periodista para hacerlo dijeron: “No, el programa es de él”.
-¿Y cómo lo resolvieron?
-El canal había comprado los derechos del programa y me preguntaron si lo haría de nuevo. Yo dije que sí, pero me instaron a hacerlo con la antigua productora. Me pareció súper incoherente. Y dije que no. Finalmente, el criterio del canal fue decirle a la otra productora: “Te vamos a dar otra cosa, pero dejemos que esto lo haga quien es el dueño intelectual”, y me lo pasaron a mí. Me encantó retomarlo, reencontrarme con el “Mea culpa”. Y no me equivoqué.
-¿Viste “Sin condena”, un programa argentino muy parecido a “Mea culpa”?
-No, nunca. Y es la razón por la cual soy bien lobo estepario. Trato de no contaminarme, porque si empiezo a ver programas lo más probable es que le ponga de todo. En cambio, “Mea culpa” es lo que sabía hacer: mostrar algunas recreaciones con narración mía y darle un sentido dramático.
DOCTOR AMOR
-En el capítulo especial de “Mea culpa” sobre Ignacio Navarrete, el “doctor amor”, dejas a opción del público decidir su culpabilidad. ¿Es inocente, según tú? -Cuando lo entrevisté quedé con muchas dudas. Cuando uno entrevista lo hace con su opinión, y esta vez creo que esa responsabilidad se la traspasamos al público.
-¿Y fue un buen aporte para la nueva temporada de “Mea culpa”?
-La gente me decía: “Yo me enganché”. Cuando volví a ver el programa no me desagradó, pero pensé que no tenía la fuerza tradicional de “Mea culpa”, y eso me asustaba. Ahora, sabía que la entrevista final iba a cumplir su objetivo, pero no había un golpe, no había escenas de sexo, nada. Este es el “Mea culpa” más blanco que he dado en años. No hay ni una gota de sangre, ni de violencia. La violencia es interna. Pero el objetivo se cumplió porque la gente comenzó a opinar y yo también.
-¿Y cuál es tu opinión?
-Tengo una duda bien grande. Sé que hay una víctima. En este caso una chica, y eso compromete al doctor Navarrete y él lo acepta. Él no se va a la cárcel hoy día haciendo marchas o huelga de hambre. Él siente que puede haber cometido un error, por amor romántico, platónico, estúpido, pero un error que asume. Y va a entrar a la cárcel a comérsela. Mi pregunta es: ¿no será víctima él también?
-Si es como dices, entonces Jorge Lavandero es víctima de su educación de patrón de fundo...
-No estoy pensando en ese nivel. Estoy yendo a que Navarrete me asegura hace siete años y hoy también que no tuvo relaciones sexuales con ella, y le creo. Él me dijo: “Estoy yendo a la cárcel por algo que no cometí”. Yo saqué esa respuesta, cuando se dirige a la cámara y le dice a ella: “Tú sabes que no tuvimos relaciones sexuales y ahora que estás grande debieras decirlo, y a lo mejor eso evita que yo entre a la cárcel. Pero si entro, entro igual, pero quiero que sepas que estoy siendo sentenciado por un delito que no cometí. Te lo dejo a tu conciencia”. Saqué esa respuesta porque consideraba que eso significaba ponerme de su lado... Pero a mí me duele. Él también es víctima. Ahora si me dices: “El tipo es un rayón”. Sí.
A LA CHILENA
-En agosto reaparece “El cuento del tío”, que se basa en historias del Chile de hoy. ¿Cómo ves a los chilenos y el famoso destape?
-Yo siento que todo lo que hacemos -y la televisión no está exenta- tiene un calificativo que nos grafica muy bien, que es “a la chilena”. Cuando algo está hecho “a la chilena” es porque nunca es como debe ser. Los “striptease” nuestros son con calzón y sostén, pero le llamamos “striptease”. Todas estas modificaciones “a la chilena” vienen con una patita coja, porque somos así.
-Con calzón y sostén...
-Sí. Y eso es parte de nuestra forma de entender la vida. Nos conformamos con ser los ingleses de Latinoamérica, lo que es una aberración; con los mitos de que la bandera chilena o la canción nacional son la segunda en el mundo, después de no sé quién. Todas esas cosas son inventos, pero incluso en esos inventos ¡somos segundos! A la chilena. ¿Te das cuenta?
-¿Y la tele también es así?
-Por cierto.
-¿En tevé hay muchos límites para un personaje como Carlos Pinto?
-Siempre he tenido libertad para hacer mi trabajo. Pero también soy chileno, y con eso te estoy diciendo que tengo límites impuestos por mí. Somos muy especiales los chilenos: no podemos postular a ser campeones mundiales de fútbol y, sin embargo, el 80% de los futboleros piensa que sí. No se miran al espejo.
-¿Pinto sí se mira?
-Permanentemente. Me aprendí a mirar, a sentir que tengo herramientas, que si bien no voy a ser campeón mundial de fútbol, puedo ser talentoso escribiendo, haciendo otras cosas. También tengo muchas debilidades, no bailo zapateo americano, por ejemplo, porque no tengo sentido del baile.
-¿Y el “striptease” lo haces?
-(Ríe). Yo hago “striptease”, pero trabajo para un medio que no es mío y sé mis límites.
-¿Tienes intenciones de filmar una película?
-Lo dije hace dos meses. Ya empecé. Empezar significa comenzar a escribirla y lo estoy haciendo. Lo que no quiero hacer torpemente es presionarme por la prensa, o por alguien que me diga: “Ponle fecha”. Creo que una vez lo dije y cometí un error. Me mordí la cola o la lengua. Algo me mordí. Pero hoy siento que voy caminando. Te lo digo hidalgamente: ya empecé.
-¿Y cuándo filmarías?
-No voy a filmar el próximo mes ni el siguiente. Voy a hacerlo cuando termine el guión. Además, estoy contentísimo con el trabajo que estoy haciendo. Sé que es un trabajo de peso y cuando lo termine voy a planificar la filmación, pero no me quiero apurar. Vivo apurado. Lo que sí respondo es que ya comencé a hacerla, y terminarla va a depender del talento y tiempo que tenga. A lo mejor, el próximo mes voy y digo: “Listo, filmo el mes que sigue”. Si no es así, no me voy a molestar tampoco. “Mea culpa”, en cambio, tengo que grabarlo ahora y mañana... Si no, no salimos.
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