viernes, 29 de julio de 2005

Reportaje / La joya del red set versión "uncut"


La invasión de la whisquierda y la farándula criolla en Valparaíso
LA JOYA DEL RED SET


¡Olvídese de Tunquén, Cachagua y Zapallar! El nuevo epicentro de veraneo “power” está en el Cerro Alegre, donde se reúne lo más granado de la fauna política y artística nacional. A continuación, el “quién es quién” de la cosa porteña y el circuito de brindis y carretes de fin de semana.

Por Miguel Paz

“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. (Pablo Neruda, uno de los primeros red set en tener casa en el puerto).

El pasado martes el termómetro marcó 33 grados en Santiago pero Guido Girardi no los sintió en carne propia. El senador PPD estaba en el Cerro Alegre de Valparaíso posando para un fotógrafo en el frontis de su casa. Sonreía, enfundado en un terno parecido a los que usan los miembros de los directorios de las AFP. Minutos antes de partir a bordo de su jeep 4x4 blanco con chofer, le había mostrado a una periodista los tres pisos de la casa que se compró y refaccionó con su suegro Jorge Echenique, ingeniero agrónomo y ex presidente de Fundación Chile.

La nota no era para “Vivienda y Decoración” ni para una revista de papel cuché. Era para “Reportajes” de La Tercera.

La residencia de calle San Enrique 387 cobró notoriedad cuando Girardi agasajó con un cóctel a Segolène Royal, la precandidata presidencial francesa del Partido Socialista que estuvo en Chile para apoyar a Michelle Bachelet en la segunda vuelta. En medio de los brindis la francesa gozó con la vista al mar de la amplia terraza del último piso. Luego Girardi y sus invitados almorzaron en el histórico Café Turri, un enclave de la fauna política, intelectual, artística y farandulera criolla en plan “weekend”.

FUNDACIÓN MI CASA

Girardi no es el único adepto al mundo “progre” que ha sido arrastrado por el magnetismo de las sinuosas callecitas de la “Joya del Pacífico”.

El ambiente despreocupado, las espectaculares vistas a la bahía y la cercanía con la capital han cautivado a un grupo diverso de personalidades de izquierda renovada, políticos de centro y artistas de todo tipo, que se agrupan en los cerros de moda; prefieren el bochinche y el caos urbano de la ciudad, antes que la tranquilidad de Cachagua y Zapallar, o el aislamiento “chic” de Tunquén.

Un arquitecto que vive hace dos décadas en el Cerro Alegre explica con sociología callejera los motivos que atraen a sus nuevos vecinos de fin de semana: “Tiene onda tener casa aquí. La recuperación de los cerros y la cercanía con Santiago lo convierten a Valparaíso en el lugar ideal. Además, está al lado de Viña pero no es Viña. Y eso, para el red set es importante a la hora de cuidar las formas. Es igual que en Santiago. Allá prefieren vivir en La Reina Alta en una casa `ladrillo Velasco´ antes que en La Dehesa. La movida es tener plata pero que no se note”.

Los cerros “que la llevan” son, lejos, el Alegre y el Concepción, en el sector 3 de la Zona de Conservación Histórica.

La lista de personajes con casa en sus laderas es generosa: el ex marido de Clara Szczaranski e integrante histórico de Inti Illimani, Jorge Coulon; el hasta hace poco secretario ejecutivo del Plan Valparaíso, Iván Valenzuela Rabí (dato “freak”: aparece fugazmente en el spot del NO); el ex subsecretario del Interior y nuevo integrante del Tribunal Constitucional, Jorge Correa Sutil, con su esposa, la historiadora Sol Serrano, y sus hermanas, la escritora Marcela Serrano y la periodista Margarita Serrano; el actor de TVN Néstor Cantillana y su novia actriz Macarena Teque; el fotógrafo de la Agencia IMA e hijo del manager de Quilapayún en su exilio en París, Rodrigo Gómez Rovira; el pintor, ex socio de la agencia de publicidad BBDO -creador de la frase “única, grande y nuestra” de cerveza Cristal- Juan Subercaseaux; el director de cine y dueño de la productora de comerciales Twist Films, Claudio Droguett; la pintora Isabel Klotz, hermana de Matías, un arquitecto de referencia ABC1 y director de la carrera de Arquitectura de la Universidad Diego Portales; Alberto Cussen, integrante del Comité de Amigos de Valparaíso junto al empresario naviero Beltrán Urenda; el mandamás de la Corporación Tiempo 2000, Jorge Navarrete; y Christián Warnken. El periodista se compró una casa en el pasaje Gálvez junto a tres socios para renovarla, aunque las obras están detenidas.

En ambos cerros, en medio de la amplia oferta gastronómica del Café Vinilo, el Puerto Escondido de Coulón, el Pasta e Vino, la pizzería Allegro de la sobrina del psiquiatra Otto Dörr, el cine bar Ocho y medio y los proyectos hoteleros de 5 estrellas que crecen como espuma, como el de Eduardo Ergas, la elite de izquierda encuentra un espacio en “el mejor barrio de Santiago con vista al mar”, como dijo Iván Valenzuela en el discurso que dio en el lanzamiento del Plan Valparaíso.

Si incluso el ex Asesor Presidencial de Cultura Agustín Squella y el asesor de Segundo Piso, Ernesto Ottone tienen casa en Valparaíso. Pero nobleza obliga: hay que decir que son oriundos del puerto y sus residencias están fuera del circuito del red set.

LA CORREDORA TOP

Encontrar un segundo hogar en una ciudad que es “Patrimonio de la Humanidad” no es simple. Hay que estar dateado. Es el plus de calificar entre la “Gente Como Uno” (GCU).

Desde que el puerto obtuvo la designación patrimonial de UNESCO el 2003 y se decretara un año antes el ambicioso Plan Valparaíso, el interés inmobiliario del red set y el Hollywood chilensis se concentra en el sector 3.

Si bien le cayó como patada en la guata a los porteños, para Todd Temkin hay algo de profético la frase “el mejor barrio de Santiago con vista al mar”. “La plusvalía ha subido unas dos o tres veces comparado con lo que era el año `96”, dice. Temkin es un gringo que halló “su lugar” en el Cerro Bellavista, al igual que Douglas Tompkins lo encontró en la Patagonia. Como éste, Temkin montó una corporación sin fines de lucro, la Fundación Valparaíso; una de las entidades que más ha promocionado el perfil “bohemio” con que raya el red set y que le revienta a algunos porteños que ven con desagrado y por qué no, un dejo de envidia, como los “santiaguinos” se compran casas y les meten lucas, hartas lucas.

Las críticas van por el lado de que algunos de los residentes temporales no respetan la ley de vistas y –como dice el periodista Felipe Montalva- “hacen mansardas y ampliaciones arquitectónicas sin pensar en los vecinos; como el tercer piso que construyó Girardi en su casa”, que le valió reproches de Ciudadanos Por Valparaíso, un movimiento que defiende el patrimonio de la ciudad.

Otra de las quejas recurrentes tiene que ver con la noción de barrio. “Aquí estamos acostumbrados a saludarnos con todo el mundo y a vivir como en los barrios de antes. La recuperación de las casonas antiguas es buena pero qué sacas con que mejoren las casas si están deshabitadas de lunes a viernes”, explica una entrevistada del Cerro Alegre.

Más allá de la divergencia entre “locales” y “afuerinos”, para tener derecho a llave en los sectores más cotizados y onderos el nombre de Patricia Sepúlveda es clave.

Ella es una ex mirista que estuvo exiliada en Suiza y se convirtió en la corredora de propiedades del red set. Ha estado detrás de las transacciones inmobiliarias más renombradas.

Sepúlveda reconoce: “A todos les he vendido yo”. Pero se niega a dar los nombres de sus clientes sin su autorización. De todos modos, pudimos confirmar que al menos los traspasos de las casas de Girardi, Subercaseaux, las hermanas Serrano y de Iván Valenzuela Rabí fueron tramitados por ella.

Su oficina está en la calle Lautaro Rosas, una de las más preciadas del Cerro Alegre. En la misma vía están las sedes porteñas del centro cultural Balmaceda 1215 y de la Universidad Arcis (vinculada al ex Gap y amigo de Fidel Castro, Max Marambio, y el ex secretario general del MIR, Andrés Pascal Allende).

Al frente de su despacho está la casa de Valenzuela. Allí, hasta altas horas de la madrugada del sábado 7 de enero un selecto grupo de invitados festejó al anfitrión por concluir exitosamente su trabajo como secretario ejecutivo de la Comisión Presidencial Valparaíso. Horas antes, el presidente Lagos había sellado con su firma y abrazos el convenio con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que inyectará U$25 millones en créditos del banco más U$48 millones aportados por el Gobierno para proyectos patrimoniales y de infraestructura, a cargo del Programa de Recuperación y Desarrollo Urbano de Valparaíso.

Ese es el perfil de la mayoría de los clientes de Sepúlveda. Gente que no quiere ir a dormir y pasear por la playa. Personas sobre los 50 años, con hijos que ya están grandes, que prefieren ir a Valparaíso por el ambiente nocturno. “En Cachagua no hay nada. En este sector en cambio hay cafés, bares, restaurantes”, enumera la agente inmobiliaria. Temkin incluye otro segmento, el de profesionales jóvenes: artistas, arquitectos, diseñadores, etc. “También hay especuladores, muchos gringos, europeos, chilenos repatriados desde el extranjero, empresarios del Sanhattan, y gente más bien fìfí que encuentran en Valparaíso un pasatiempo placentero que agrega un valor cultural a su vida”, aclara.

El costo de este goce inmobiliario va desde los $30.000.000 y se eleva sobre los $200.000.000. Quizá por eso y pensando en los que aún no alcanzan el sueño de la segunda casa propia, en los sectores más hot de la movida porteña empiezan a repetirse los hoteles de “design”.

BED & BREAKFAST VIP

“Si has vivido en Europa debes vivir en Valparaíso”, le dijo una vez su primo a Nelson “Negro” Morgado. Este le hizo caso. Morgado es el dueño del Brighton, un hotel ubicado en el Cerro Concepción que acoge desde científicos de la Nasa, que han dormido allí, hasta el presidente Ricardo Lagos, quien en el último tiempo ha saboreado pescados y mariscos sentado en la terraza a cuadros blancos y negros del Hotel en dos oportunidades.

En una entrevista Morgado explicó que al hotel le pusieron Brighton porque la casa es de estilo victoriano y está en un barrio inglés, aunque lo que primó es que Chile es un país muy arribista. “No iba a ser lo mismo ir a tomar café donde Soto, que ir al Brighton”, dijo.

El lugar se ha convertido en un “must” de personalidades criollas y extranjeras, como el escritor español Enrique Vila Matas. Este se hospedó en el Brighton para el Año Nuevo del 2001 junto al periodista Roberto Brodsky y su mujer Paula Recart, directora de la revista “Paula”. Esa noche Vila Matas vio los fuegos artificiales y “fue completamente feliz”. Es más, en su novela “El mal de Montano” el hotel ocupa un lugar destacado.

Dentro del ambiente político de la Concertación se cuentan como clientes el ex jefe de Comunicaciones del comando de Michelle Bachelet, Ricardo Solari, el presidente del Banco Estado Javier Etcheberry, y los mencionados Jorge Correa Sutil y señora.

El mundillo de la televisión y la farándula también come allí. Bastián Bodenhofer, Aline Kuppenheim, Javiera Contador, Benjamín Vicuña, Daniel Alcaíno, el boxeador Carlos Cruzat, Ernesto Belloni “Che Copete”, Carla Ballero, y la novia de Chile Marlen Olivari han sido vistos en el local.

Morgado también es dueño de Villa Toscana. Este es un café de estilo italiano que está al lado de la casa de Iván Valenzuela. En el centro de eventos se realizan conciertos, exposiciones y matrimonios. De hecho, anoche se casaba en la Villa, la periodista de farándula Alejandra Valle, en una fiesta que se pronosticaba duraría hasta mucho después del cierre de esta edición. La lista de invitados era completamente mediática; incluía a José Miguel Villouta, Marcela Vacarezza, Jennifer Byrne, Pato Laguna, Carla Ochoa, Carola Julio y René Naranjo.

El hotel Thomas Somerscales, de propiedad de Cristina Huerta y Max Bastidas, concejal PPD de Viña del Mar y ex seremi de Gobierno de la V Región también recibe a personalidades, dentro de los límites de los Cerros Alegre y Concepción. Bastidas y su mujer compraron y restauraron la vieja casa con apoyo de un proyecto de capital semilla de CORFO.

Hay otro hotel que contó con cofinanciamiento de CORFO. Se trata del Ultramar, ubicado en la calle Pérez 173 en el Cerro Cárcel. El hotel “boutique” se inauguró el 2004 y está más alejado del núcleo del centro patrimonial, pero no por eso es menos “fashion”.

Hay dos versiones de porqué se llama Ultramar. La primera es porque iba a ser pintado azul “ultramar” y la segunda, según contó su dueña Myriam Fliman, es “más poética y dice referencia a una manera de decir europea, cuando en Europa se viajaba al otro lado del mundo se decía que se iba a Ultramar”. Finalmente en el nombre primó el lado poético y la antigua casona de 1907 mantuvo su fachada de ladrillos tras ser recuperada por Fliman.

La mujer es economista y prima de José Fliman, dueño del restaurante El Huerto ubicado en Orrego Luco, un pasaje que se ha puesto de moda porque allí está “Le Flaubert”, uno de los centros culinarios al que asiste el bacheletismo en Providencia.

Su primer acercamiento a la restauración patrimonial fue cuando junto a su marido compraron dos casas en Cerro Alegre para transformarlas y al poco tiempo decidieron venderlas para apostar por el hotel.

Pero antes de darle un giro radical a su existencia, Fliman, militante del PPD, fue subdirectora de regiones del Servicio Nacional de Turismo (Sernatur) y estuvo al frente del Museo Interactivo Mirador (MIM). Su currículo incluye a la vez el cargo de directora ejecutiva de la Fundación Tiempos Nuevos, designada por Luisa Durán. Quienes la conocen dicen que en ese período fue muy amiga de la señora Luisa y su nombre ha estado en la noticia por estos días ya que integra la fundación “Mujeres de palabra”, que anunció que le entregaría a Michelle Bachelet una base de datos de mil mujeres capacitadas para ejercer cargos públicos.

Aunque Ricardo Lagos nunca se ha quedado en la suite presidencial del Ultramar, estuvo en el hotel durante una de sus visitas a Valparaíso para darle el visto bueno. Algunos de los personeros que han departido en el café del Ultramar son los DC, Aldo Cornejo, alcalde de Valparaíso, y el ministro de Economía Jorge Rodríguez Grossi.

HASTA LA VISTA

A pocas cuadras del Ultramar está el edificio del Pasaje Herder que agrupa más miembros de la fauna “progre”. Es una edificación de cinco pisos y fachada verde oscuro que se impone sobre las casas del pasaje.

El martes pasado, salvo por dos departamentos, la mayoría parecía deshabitado, lo cual no impide que cuando llegan los propietarios y abren las cortinas de sus loft, tengan una idílica panorámica al mar.

El edificio fue construido por el tío arquitecto de Rafael Gumucio, Enrique Araya, quien vendió personalmente los departamentos a conspicuos miembros de la Concertación y la irreverencia cultural chilena, como el propio Gumucio y Carolina Delpiano, ambos representantes de la generación Canal 2-The Clinic.

En el barrio es conocido como el “Edificio de la Concertación”, ya que entre los propietarios están la presidenta del Consejo Nacional de Televisión, Patricia Politzer y su marido Arturo Navarro, director de la Corporación Cultural Estación Mapocho; el actual embajador de Chile en Singapur, Ángel Flisfisch; el presidente de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnología Eric Goles; y la asesora de la Subsecretaría de Desarrollo Regional Patricia Schaulsohn, hermana de Jorge.

Un personaje de la farándula que ha estado en uno de los loft los define como “sobrios pero con una tremenda vista”. El precio a pagar para respirar el aire marino desde sus ventanas va de los $30.000.000 a los $40.000.000.

Por lo mismo, al principio la construcción levantó polvareda al dejar a los vecinos de Herder con vista al estacionamiento del edificio. Aún hoy, los habitantes del pasaje están divididos entre los que “pitutean” en los departamentos y los que siguen alegando por no poder ver los fuegos artificiales de Año Nuevo desde sus techos. En otro edificio de su factura en Avenida Alemania, donde tienen departamento el periodista deportivo de TVN Juan Cristóbal Guarello y el ex conductor de “Cine Video” y marido de la actriz Paulina Urrutia, Augusto Góngora, Araya no ha tenido dificultades vecinales, aunque casos como el de Herder según Temkin demuestran un problema que se da mucho en el puerto que tiene que ver con que “el constructor chileno quiere “hacer caja” en el corto plazo”. Y para lograrlo edifica en altura o aumenta un piso o dos, tapando la vista a los vecinos antiguos.

Montalva es más duro. Él firmó un reportaje de la revista porteña “Ciudad invisible” sobre el “Edificio de la Concertación” y cree que en Valparaíso opera la ley de la selva. “Estas personas son poéticas, de izquierda y llenas de sueños. Pero configuran un mundo propio y se sientan en los vecinos. Lo peor es que tienen el poder para hacerlo”, dice.

Pero lo cierto es que por más que le choque a algunos vecinos históricos, la fascinación de la “izquierda exquisita” por el puerto es algo que no se detendrá.

La postal de los cerros iluminados en la noche y el romanticismo de cantar “La joya del Pacífico” o “La Internacional” mientras se bebe vino blanco mirando a la bahía, es una imagen demasiado fuerte como para resistirse ¿Usted podría?.

domingo, 24 de julio de 2005

Entrevista Carlos Pinto













Los nuevos cuentos y obsesiones del exitoso hombre de televisión
YO PINTO


Miguel Paz / La Nación Domingo (24 de julio de 2005)

Hace dos semanas hizo de las suyas con un capítulo especial de “Mea culpa” sobre Ignacio Navarrete, el “doctor amor”. Dejó la pelota picando para los desembarcos de la nueva temporada del programa en octubre, de “El día menos pensado” y de la serie “El cuento del tío” en agosto. Además, encima, escribe el guión de su película. “Esta manzana da jugo”, dice muerto de la risa. Obvio, las cosas le están saliendo “a la pinta”.

-¿Qué te pasa cuando te dicen “el rey del rating”?
-Nunca me hago cargo de esos calificativos que son tan mediáticos. Así como te pueden decir “el rey del rating”, mañana te pueden decir “el gran fracaso de Chile”, y eso me molestaría mucho.
-¿Sientes la presión de seguir teniendo éxito?
-Sin duda. Siento la presión cada año. La gente espera que uno haga cosas extraordinarias, y no todo lo que uno hace lo es. Así como los jugadores de fútbol, que tienen partidos buenos y partidos malos, la gente no te va a perdonar cuando saques 15 puntos de rating. Van a ser lapidarios.
-Has dicho que no te agrada que TVN ponga a “Mea culpa” a competir con Kike Morandé los lunes. ¿Por qué?
-Nunca me agradó. Éstas son peleas que te suben al ring y te empujan. Yo me bajo pero me vuelven a subir. Siempre he dicho que no tengo rival. Mi único rival soy yo mismo, porque soy la medida de mi propio éxito y fracaso.
-¿No tienes cansancio de hacer “Mea culpa” o miedo a repetirte?
-Es que “Mea culpa” es imposible que se repita. Cada historia es distinta y absolutamente nueva. El género no sufre ningún daño; al contrario, ha adquirido nivel hasta de clásico. Cada vez que ponemos una historia potente, el público la ve y aplaude.
-En sus orígenes el programa era demonizado por “cebolla”.
-Claro.
-Los críticos decían que tu programa era una basura.
-Hicimos un producto que sabíamos que en el medio iba a sacar roncha. Independiente de que la crítica fue muy lapidaria, cuando nos fue bien -al cuarto año, diría yo- nos ganamos todos los premios de la televisión. Fuimos el programa periodístico por excelencia. El mejor “reality show”, denominado así por el APES. Tengo guardado el premio por ahí como pisapapeles. Pero cuando empezaron a validar el programa sentí que había un segundo caminar mucho más limpio. En un principio, el público ABC1 lo veía y decía que no lo veía, le daba un poquito de lata, vergüenza. Hoy día, no.
-“Mea culpa” te dio un perfil “oscuro”, como de sepulturero.
-Cuando entré al mundo de “Mea culpa”, un programa serio, oscuro, tras las rejas, que gustó; la idea de la gente era que yo tenía que vestir de negro permanentemente. Poco menos que tenía que asomarme a la calle después de las diez de la noche. Si usaba blanco, alguien me sacaba una foto y decía: “¿Qué le pasó a este señor?”. En fin, la gente te estigmatiza y no hay peor pecado para un creador que estar estigmatizado.
-Pero te reíste de esa estigmatización haciendo cameos en programas como el “Jappening con ja”.
-Era la razón por la que yo salía en “Mea culpa”. Yo, en el fondo, me estoy sonriendo un poco. En el momento más dramático de “Mea culpa” aparezco provocando hilaridad, pero nunca la seriedad que hubiese planificado. Después, tratando de sacarme esta camiseta negra hice “El día menos pensado”, que no fue blanco, sino más bien gris, aunque estaba todavía en el lado oscuro de la pantalla. “El día menos pensado” tuvo mucho éxito. Entonces, la opinión general fue: “A este gallo le va bien con estos temas, que no hable de fútbol, ni de programas misceláneos”, y ahí ya me encasillé.
-¿Te molestó mucho eso?
-Sí. Y paré “El día menos pensado” y busqué la posibilidad de sentirme realizador. Para eso hurgué en la comedia. Era todo o nada. Si ahí me hubiera ido mal habría sido fatal. Pero quise correr el riesgo con “El cuento del tío”, sabiendo que perdía más que ganaba. Mi satisfacción grande fue que cerré el círculo como realizador al entender que estaba capacitado para estar en todos los géneros. Ahora vuelvo feliz a “Mea culpa” porque sé que después de “El cuento del tío”, si presento un programa sobre comedia, nadie me va a decir: “¡Pero qué estás proponiendo!”.

LA MANZANA QUE DA JUGO

-En un país donde los realizadores se quejan de la falta de industria del cine y la tevé, que aparezca un personaje que diga “yo escribo los guiones a mano, no necesito actores profesionales”, debe provocar mucho resquemor. ¿Te relacionas con tus pares?
-La verdad es que soy bastante lobo estepario. A lo mejor por temor a entender que me puedo influenciar con esquemas y maneras de hacer de otros que, probablemente, sean más correctas que las mías, pero entiendo que ésta funciona. Esta manzana da jugo de este modo y no quiero que deje de darlo porque alguien me diga: “No lo hagas con las manos, hazlo con una juguera”. No quiero hacerlo con una juguera.
-¿Qué es “hacer un Pinto”?
-No sé, a mí me entrevistaron una vez y me dijeron te voy a hacer un Pinto. Es como decir hagamos un Almodóvar, un Fellini. Lo entiendo como trabajar conmigo.
-Pero reconoce que tienes una fórmula. El lenguaje, los cameos...
-Es que no podría ser de otra manera. Hay una impronta, lo reconozco. En la cosa cómica, en la cosa triste, en la cosa emocionante, está mi manera de ver la vida, que tiene que ver con el cine.
-Y eso que no estabas considerado para conducir “Mea culpa” originalmente.
-No; pero el “Mea culpa” lo hice yo, sin duda. Los productores habían pensado en otras personas y lo presentaron a TVN, pero el canal lo aceptó con una condición: que hay un jugador que está haciendo banca hace rato y es ideal para esto; si lo meten a él compramos el proyecto. Y así nació.
El primer “Mea culpa” lo dirigió otra persona y no dio muestras de mucha fluidez. Como yo ponía la cara, renuncié. Dije: “Me retiro. Yo no soy galán de televisión, soy periodista o cineasta si ustedes quieren, pero no respondo por el trabajo de otra persona que no me representa”. Al segundo programa dije: “O dirijo o no hago nada”. Inmediatamente se dieron las movidas y pasé a dirigir el programa y a darle la característica que le he dado a todas mis cosas.
-Después de varios años terminaste peleado con Patricio Polanco, el creador de “Mea culpa”.
-Es súper natural. Esto se vino a producir el séptimo año de trabajo. Había cansancio y un deseo de querer volar solo. Y yo di libertad. Me retiré del programa sabiendo que lo perdía porque no era su dueño. El dueño era la productora (Nuevo Espacio) que se lo vendió al canal. Pero, graciosamente, cuando le propusieron a TVN otro periodista para hacerlo dijeron: “No, el programa es de él”.
-¿Y cómo lo resolvieron?
-El canal había comprado los derechos del programa y me preguntaron si lo haría de nuevo. Yo dije que sí, pero me instaron a hacerlo con la antigua productora. Me pareció súper incoherente. Y dije que no. Finalmente, el criterio del canal fue decirle a la otra productora: “Te vamos a dar otra cosa, pero dejemos que esto lo haga quien es el dueño intelectual”, y me lo pasaron a mí. Me encantó retomarlo, reencontrarme con el “Mea culpa”. Y no me equivoqué.
-¿Viste “Sin condena”, un programa argentino muy parecido a “Mea culpa”?
-No, nunca. Y es la razón por la cual soy bien lobo estepario. Trato de no contaminarme, porque si empiezo a ver programas lo más probable es que le ponga de todo. En cambio, “Mea culpa” es lo que sabía hacer: mostrar algunas recreaciones con narración mía y darle un sentido dramático.

DOCTOR AMOR

-En el capítulo especial de “Mea culpa” sobre Ignacio Navarrete, el “doctor amor”, dejas a opción del público decidir su culpabilidad. ¿Es inocente, según tú? -Cuando lo entrevisté quedé con muchas dudas. Cuando uno entrevista lo hace con su opinión, y esta vez creo que esa responsabilidad se la traspasamos al público.
-¿Y fue un buen aporte para la nueva temporada de “Mea culpa”?
-La gente me decía: “Yo me enganché”. Cuando volví a ver el programa no me desagradó, pero pensé que no tenía la fuerza tradicional de “Mea culpa”, y eso me asustaba. Ahora, sabía que la entrevista final iba a cumplir su objetivo, pero no había un golpe, no había escenas de sexo, nada. Este es el “Mea culpa” más blanco que he dado en años. No hay ni una gota de sangre, ni de violencia. La violencia es interna. Pero el objetivo se cumplió porque la gente comenzó a opinar y yo también.
-¿Y cuál es tu opinión?
-Tengo una duda bien grande. Sé que hay una víctima. En este caso una chica, y eso compromete al doctor Navarrete y él lo acepta. Él no se va a la cárcel hoy día haciendo marchas o huelga de hambre. Él siente que puede haber cometido un error, por amor romántico, platónico, estúpido, pero un error que asume. Y va a entrar a la cárcel a comérsela. Mi pregunta es: ¿no será víctima él también?
-Si es como dices, entonces Jorge Lavandero es víctima de su educación de patrón de fundo...
-No estoy pensando en ese nivel. Estoy yendo a que Navarrete me asegura hace siete años y hoy también que no tuvo relaciones sexuales con ella, y le creo. Él me dijo: “Estoy yendo a la cárcel por algo que no cometí”. Yo saqué esa respuesta, cuando se dirige a la cámara y le dice a ella: “Tú sabes que no tuvimos relaciones sexuales y ahora que estás grande debieras decirlo, y a lo mejor eso evita que yo entre a la cárcel. Pero si entro, entro igual, pero quiero que sepas que estoy siendo sentenciado por un delito que no cometí. Te lo dejo a tu conciencia”. Saqué esa respuesta porque consideraba que eso significaba ponerme de su lado... Pero a mí me duele. Él también es víctima. Ahora si me dices: “El tipo es un rayón”. Sí.

A LA CHILENA

-En agosto reaparece “El cuento del tío”, que se basa en historias del Chile de hoy. ¿Cómo ves a los chilenos y el famoso destape?
-Yo siento que todo lo que hacemos -y la televisión no está exenta- tiene un calificativo que nos grafica muy bien, que es “a la chilena”. Cuando algo está hecho “a la chilena” es porque nunca es como debe ser. Los “striptease” nuestros son con calzón y sostén, pero le llamamos “striptease”. Todas estas modificaciones “a la chilena” vienen con una patita coja, porque somos así.
-Con calzón y sostén...
-Sí. Y eso es parte de nuestra forma de entender la vida. Nos conformamos con ser los ingleses de Latinoamérica, lo que es una aberración; con los mitos de que la bandera chilena o la canción nacional son la segunda en el mundo, después de no sé quién. Todas esas cosas son inventos, pero incluso en esos inventos ¡somos segundos! A la chilena. ¿Te das cuenta?
-¿Y la tele también es así?
-Por cierto.
-¿En tevé hay muchos límites para un personaje como Carlos Pinto?
-Siempre he tenido libertad para hacer mi trabajo. Pero también soy chileno, y con eso te estoy diciendo que tengo límites impuestos por mí. Somos muy especiales los chilenos: no podemos postular a ser campeones mundiales de fútbol y, sin embargo, el 80% de los futboleros piensa que sí. No se miran al espejo.
-¿Pinto sí se mira?
-Permanentemente. Me aprendí a mirar, a sentir que tengo herramientas, que si bien no voy a ser campeón mundial de fútbol, puedo ser talentoso escribiendo, haciendo otras cosas. También tengo muchas debilidades, no bailo zapateo americano, por ejemplo, porque no tengo sentido del baile.
-¿Y el “striptease” lo haces?
-(Ríe). Yo hago “striptease”, pero trabajo para un medio que no es mío y sé mis límites.
-¿Tienes intenciones de filmar una película?
-Lo dije hace dos meses. Ya empecé. Empezar significa comenzar a escribirla y lo estoy haciendo. Lo que no quiero hacer torpemente es presionarme por la prensa, o por alguien que me diga: “Ponle fecha”. Creo que una vez lo dije y cometí un error. Me mordí la cola o la lengua. Algo me mordí. Pero hoy siento que voy caminando. Te lo digo hidalgamente: ya empecé.
-¿Y cuándo filmarías?
-No voy a filmar el próximo mes ni el siguiente. Voy a hacerlo cuando termine el guión. Además, estoy contentísimo con el trabajo que estoy haciendo. Sé que es un trabajo de peso y cuando lo termine voy a planificar la filmación, pero no me quiero apurar. Vivo apurado. Lo que sí respondo es que ya comencé a hacerla, y terminarla va a depender del talento y tiempo que tenga. A lo mejor, el próximo mes voy y digo: “Listo, filmo el mes que sigue”. Si no es así, no me voy a molestar tampoco. “Mea culpa”, en cambio, tengo que grabarlo ahora y mañana... Si no, no salimos.