lunes, 26 de febrero de 2007

Lazos de familia


Ya estamos de vuelta en el trabajo. Cuesta encontrar la famosa tarjeta Bip y el panorama de personas haciendo fila en los paraderos de Transantiago ó caminando para acercarse al trabajo es un dèja vú cubano. Se hace inevitable recordar las filas hasta de media cuadra de los habitantes de La Habana y su paciencia para esperar horas antes de subir a las "guaguas" y "camellos" que conforman el paupérrimo sistema de transporte en la capital de la Isla.


Otro gran dèja vú provoca la última columna de Pato Navia "La gran familia concertacionista", publicada en Reportajes de La Tercera el domingo pasado. En ella el cientista político aborda a partir del caso del hijo de la Presidenta, Sebastián Dávalos Bachelet, la práctica de "administrar el aparato del Estado como patrimonio familiar". Una costumbre poco decorosa que aumenta en relación proporcional al tiempo que un sector político detenta el poder y que tuvo en el PRI y su historial de corrupción en los 70 años que gobernó México, a su máximo exponente.


Navia con una irritación bastante saludable para los tiempos que corren descubre el velo del nepotismo, de la endogamia de hijos, primos, sobrinos y hermanos de conspicuos miembros de la Concertación, enquistada en puestos de confianza del gobierno sin -quizá, porque la excepcion confirma la regla-, mayores méritos que ser "pariente de".


Las quejas de Sebastián Dávalos en la entrevista que concedió a la revista El Sábado de El Mercurio del 17 de febrero pasado fueron el gatillante de la columna de Navia, quien días antes la comentó en su blog bajo el título "El hijo apitutado de la Presidenta Bachelet", citando al joven profesional:


"El hijo de 28 años de la Presidenta Bachelet, demuestra como la Concertacion ampara las peores practicas de nepotismo. Davalos Bachelet dice: "Lo que más me da lata asumir es que no se valoren las capacidades. La otra vez leí un artículo sobre las redes familiares en las contrataciones del Gobierno. Y en la foto principal aparecía yo. Entré a trabajar a la Cancillería antes de que asumiera este Gobierno. ¿Qué hago, entonces? ¿Qué opciones me quedan? ¿Renunciar? ¿Dedicarme al mundo privado? Y aunque así fuera, allí va a pasar lo mismo, van a decir que hay tráfico de influencias. No se miden las capacidades, sino que se dice que uno está aquí porque es 'hijo de"'.


Digo que la costumbre es "poco decorosa", pues se hace difícil aceptar los argumentos de Dávalos sin pensar en la pérdida de pudor que supone defenderse alegando... ¡discriminación familiar!. Eso es como decir "me discriminan porque tengo plata", "porque fui a un buen colegio", "porque tengo redes de contactos", etc.


Ok. Asumamos por un momento que el planteo del pobre Sebastián es correcto. Que sus capacidades están a la altura del cargo que asumió en la Dirección de Relaciones Económicas (DIRECON) de la Cancillería con grado 7 en la escala funcionaria (equivalente a algo así como $1 millón 600 mil de sueldo líquido) y que como entró a hacer la práctica en esa dependencia antes que su madre se convirtiera en Presidenta está todo bien.

No. Lamento decirle a Sebastián que no está todo bien. Que la mujer del César -o en este caso los hijos del César- no sólo deben serlo, sino que parecerlo. Es una carga injusta, lo sé. Uno no escoge a la familia que le tocó. Y en su caso, como con la investidura presidencial de su madre vienen derechos, también incluye una mochila gigante de responsabilidades y de cuestiones que implican cuidar las formas, vivir la vida propia con el pudor que se le exige al gobernante.


Porque si el hijo de la Presidenta no hubiese recibido por su práctica en la DIRECON una remuneración muy superior a la del resto de los pasantes; o en vez de entrar directo a Cancillería hubiese solicitado empleo vía concurso público, tal vez su figura no sería la precursora de esta encendida discusión. Con todo, el nudo gordiano de su situación es que si hubiese seguido el camino del concurso público para acceder a un trabajo en el Estado también sería discutible. No por él, ni por sus seguramente buenas intenciones de hacer su trabajo lo mejor posible. Sino que por el hastío del chileno de a pie de ver como se repiten los apellidos de la fronda concertacionista apitutados en la nómina del mundo público.


Convengamos que debido a sus lazos de familia, Dávalos ha sido el niño símbolo o pato de la boda en esta pasada. Cuántos otros como la hija de "Jupi" Álvarez, la mujer de confianza de la Presidenta, trabajan en La Moneda y en dependencias estatales, y defienden sus pegas bajo el argumento del "interés por el servicio público" y los méritos profesionales.


Lo preocupante de todo esto es que la práctica de apelar al "expediente estatal" se está convirtiendo en una costumbre demasiado recurrente para los hijos y parientes de la familia concertacionista.


Acá el comienzo de un reportaje de Marcela Ramos publicado el 11 de agosto de 2002 en La Nación Domingo. Como verán, lo que dice Navia no es nuevo.




El senador PPD Nelson Avila es yerno del institucional Enrique Silva Cimma. Los senadores Andrés y Adolfo Zaldívar son hermanos, lo mismo que los Frei-Ruiz Tagle: Eduardo -casado con la concejala por Santiago, Marta Larraechea- y Carmen. Su hermano menor, Francisco Frei, es miembro del directorio de TVN. Y allí, cada tanto, se encuentra con Pablo Piñera, director ejecutivo del canal nacional y hermano del empresario y dirigente de RN, Sebastián Piñera, quien es primo del UDI Andrés Chadwick Piñera. Este senador es cuñado del PS José Antonio Viera-Gallo, quien está casado con María Teresa Chadwick, la Té Chadwick, como le dicen a la secretaria ejecutiva del Consejo Nacional Control de Estupefacientes (Conace). Seguir leyendo


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