- LA HISTORIA DEL FRENTISTA QUE COORDINÓ LA LIBERACIÓN DE CARREÑO
Por Miguel Paz / La Nación Domingo (2 de septiembre de 2007)
Enrique Villanueva Molina fue el encargado de contactar a un periodista en Brasil para liberar al coronel y subdirector de Famae. Años después fue sindicado por el FPMR como informante de “La Oficina” y debió huir del país. Su nombre es uno de los cuatro que Investigaciones baraja como infiltrado en el Frente. Hoy está de vuelta en Chile y no quiere hablar del secuestro. Es lógico. Otros dos comandantes acusados fueron ajusticiados por sus compañeros.
El 3 de diciembre de 1987, después de 92 días de cautiverio, el coronel y subdirector de Famae Carlos Carreño fue dejado en libertad por el FPMR en Sao Paulo, en la puerta del diario "O Estado". Allí lo recibió un joven periodista chileno de la sección internacional llamado Cristián Bofill. Las gestiones para liberarlo en medio de un gran despliegue mediático habían comenzado dos días antes: el martes 1 de diciembre al despuntar el alba.
Cuando sonó el teléfono en casa del periodista argentino Miguel Bonasso, en Ciudad de México, eran cerca de las ocho de la mañana. Al otro lado de la línea, una voz de marcado acento chileno dijo: "soy Roberto, el amigo ingrato", aludiendo a un prometido reportaje sobre el atentado a Pinochet que jamás prosperó.
Nervioso, Enrique Villanueva Molina, el hombre detrás de la chapa "Roberto Torres", vocero del Frente y encargado de sus relaciones internacionales, le dijo a Bonasso que estaba en Sao Paulo y le pidió que lo contactara con un periodista en esa ciudad brasileña.
"La única tabla de salvación consiste en conectar a alguien de tu gremio", recuerda el periodista que le dijo Villanueva. "Pero como hablaba con eufemismos yo no sabía si lo había capturado la DINA y era un montaje, si estaba huyendo de los servicios o qué" recuerda Bonasso. "Así que le pedí que me llamara en unas horas y le consulté a Eduardo Contreras, el representante del PC chileno en México. Me dijo que las credenciales de Villanueva eran buenas", agrega el actual diputado del Parlamento argentino.
Bonasso decidió llamar a Newton Carlos, reputado columnista del diario Folha de Sao Paulo. La respuesta de Carlos lo desalentó: sugirió que Villanueva contactara a organismos humanitarios.
Cuando volvió a sonar el teléfono, Bonasso informó al comandante del FPMR las malas noticias. "Él me insistió en que debía hablar con un periodista y le propuse que se presentara directamente en la redacción de O Estado ". Mientras Bonasso hablaba con Villanueva; en Porto Alegre un periodista chileno reconocido en círculos de prensa como el nexo del FPMR con los medios en Brasil, recibía un llamado de Newton Carlos quien, sin que Bonasso supiera, había decidido darle una segunda vuelta al tema con alguien "mejor conectado". La respuesta fue la misma. "Manda el "paquete" a "O Estado". Como es un diario de derecha va a ser más creíble que la noticia salga de allá", le dijo el profesional que volvió a Chile después de su exilio en Brasil.
El "paquete" era Carreño. Y Enrique Villanueva, miembro de la Dirección Nacional del Frente, conocido también como el "comandante Eduardo", se hizo cargo de entregarlo: "Soy Carreño y me acaban de liberar", dijo el coronel al incrédulo Bofill cuando este levantó el teléfono, antes de salir corriendo a esperarlo en la entrada de la redacción de "O Estado". Habían pasado 92 días de su secuestro, ocurrido el 1 de septiembre en la puerta de su casa en avenida Simón Bolívar.
CUATRO COMANDANTES
El balance del FPMR era auspicioso. La "Operación Príncipe" había sido un éxito.
Sin embargo, los nuevos antecedentes sobre el fracaso de las negociaciones secretas de Famae comandadas por Carreño para venderle 300 bombas "avispa" al gobierno de Irán, a través de la empresa de fachada Ferrimar, ensombrecen la acción.
Mucho antes del secuestro, Famae había enviado a Irán tres artefactos para ser probados por la aviación iraní. No sólo no funcionaron, sino que destruyeron un cazabombardero Phantom F-4 y, en el accidente, resultó herido de gravedad el segundo hombre de la Fuerza Aérea persa. Teherán, de inmediato, solicitó compensaciones. Carlos Carreño estuvo en la reunión donde se acordó que él viajaría a Irán para terminar con el impasse.
Cuando faltaban dos días de su partida, fue secuestrado por el Frente. De rebote, la espectacular acción echó por tierra un negocio de mayores proporciones. Pero también sirvió como excusa para que el régimen de Pinochet se ahorrara las compensaciones al gobierno de los Ayatollah.
Estos hechos, abren la puerta a las tesis de que el FPMR pudo estar infiltrado antes de 1987 y que el secuestro de Carreño habría sido digitado por miembros del Ejército y llevado a la práctica por un "topo" que convenció a la dirección del FPMR de la conveniencia de la acción. "Hay muchas sospechas pero faltan certezas", dice un conspicuo miembro del Comité Central del PC, cuando se le pregunta por el tema. "Pero en aquellos años no íbamos a ser nosotros quienes lo dijéramos. Al fin y al cabo, fue una operación espectacular".
Según la Policía de Investigaciones, el supuesto "topo" habría llegado a tener una posición influyente dentro de la estructura y habría sido él quien recomendó el nombre de Carreño. Actualmente las miradas recaen sobre cuatro ex altos miembros del FPMR.
ASESINATO DE UN COMANDANTE
El principal sospechoso tiene un apellido compuesto cuyas iniciales son D. P. Otros dos que encajan con el perfil fueron ajusticiados por sus compañeros. Se trata de un frentista apodado "El Bigote" y del "comandante Gregorio", Iván Figueroa Paredes, quien llegó a ser segundo de la Dirección del Frente.
"El Bigote", de nombre Luis Eduardo Arriagada Toro, participó en diversas acciones armadas del FPMR. La más importante fue la toma del poblado de Los Queñes en octubre de 1988. La acción fue liderada por los comandantes Raúl Pellegrín y Cecilia Magni, "Rodrigo" y "Tamara". "Bigote", también conocido como "Aureliano", logró escapar con vida. No así los comandantes. Un año después, tras una investigación sobre los sucesos de Los Queñes, el FPMR concluyó que "Bigote" había "colaborado con el enemigo" y fue sentenciado a muerte. "A pesar de que no se estaba en un 100% seguro, el porcentaje de certeza era altísimo. Las dudas sobre él se acrecentaron después de Los Queñes. Esa fue su desgracia", cuenta un frentista que lo conoció en Cuba y pudo leer los informes en contra suya.
Algo similar sucedió con Iván Figueroa Araneda. El "comandante Gregorio" fue suboficial de la FACH, al igual que Enrique Villanueva Molina, con quien llegó a forjar una sólida amistad. Cuando vino el golpe de Estado en 1973, fue detenido y juzgado junto a otros aviadores en el consejo de guerra que la institución le aplicó al general Alberto Bachelet, padre de la Presidenta Bachelet, conocido como "Bachelet y otros". Tras salir de prisión, Figueroa viajó a Cuba y se convirtió en oficial de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias). Más tarde partiría a guerrear a Nicaragua, como tantos otros chilenos del grupo de internacionalistas que apoyaron al Frente Sandinista en su lucha contra Somoza. En 1986 se integraría al FPMR llegando a ser el hombre de confianza de Galvarino Apablaza Guerra, el "comandante Salvador" y número 1 de la organización.
Hasta ahora, una de las versiones más repetidas y fiables sobre su destino es que "Gregorio" murió en 1995 bajo el gatillo de sus compañeros de armas en Buenos Aires. La otra versión es que murió en Punta del Este. Un testigo privilegiado de la operación asegura que "le pidieron que viajara a El Salvador, pero que hiciera escala unos días en Buenos Aires. Allá lo ajusticiaron". El relato es ratificado por un ex combatiente chileno de Nicaragua que entabló una gran amistad con Figueroa: "Una de sus características era que aunque estuviera clandestino y fuera donde fuera siempre se las arreglaba para estar en contacto telefónico con su madre. En una fecha indeterminada de ese año, Iván le dijo a su madre que viajaría a Uruguay, por motivos que se desconocen. Y nunca más la llamó. Desde entonces lo que pasó con él es un misterio".
El cuarto sospechoso es Enrique Villanueva, el "comandante Eduardo", el mismo que coordinó la liberación de Carreño. Aunque no existe ningún antecedente documentado, la tesis es compartida por ex frentistas que estuvieron bajo su mando. Enumeran una serie de operaciones en las que Villanueva tuvo participación y que terminaron con compañeros suyos muertos -como el fallido atentado al aeródromo de Tobalaba en 1989, en el que murió el jefe militar del Frente, el "comandante Aurelio", Roberto Nordenflycht.
También recuerdan las versiones de prensa y los antecedentes del propio Frente, que sindicaron a Villanueva como colaborador de la Dirección de Seguridad Pública, organismo conocido como "La Oficina", creado por el gobierno de Aylwin para desbaratar al FPMR y al Lautaro. Sospechan, además, de su actuación en el asesinato del ideólogo de la UDI, Jaime Guzmán, perpetrado el 1 de abril de 1991 por un grupo de frentistas encabezado por Mauricio Hernández Norambuena, el "comandante Ramiro".
Villanueva Molina en su calidad de cuarto comandante del FPMR, dijo en una entrevista en México, que "Guzmán bien ajusticiado está". Con esto forzó a que “Salvador” reconociera la autoría del crimen por más que estuviera en desacuerdo con el hecho.
Por todo esto, algunos sectores del FPMR calificaron a Villanueva de "traidor". Temiendo por su vida, se fue del país a comienzos de 1997. Su destino fue La Habana. Allí trabajó en el Ministerio de Educación cubano y a poco andar, aseguran dos ex frentistas avecindados en la Isla, fue "invitado" por el gobierno a que saliera del país, debido a las quejas del FPMR ante Fidel Castro.
Villanueva se trasladó a Venezuela, donde vivió antes de mudarse a Barcelona. En la capital catalana se asoció con otro chileno y formó una empresa de importación-exportación. El negocio no prosperó y el "comandante Eduardo" decidió volver a Chile el año pasado.
UN COMANDANTE EN LA PLAYA
Hoy Enrique Villanueva Molina reside en una localidad del litoral central junto a su familia y no quiere saber nada con la prensa. Rechaza que haya sido forzado a salir de Cuba y desmiente cualquier tipo de vinculación con "La Oficina". "Me destruyeron la vida con calumnias. Esto tuvo un costo tremendo para mí. Cuando me inventaron eso, nadie pensó en mi familia. No me interesa hablar. En serio", dice al otro lado de la línea, mientras le hablábamos por celular desde la puerta de su casa y le insistimos que nos deje entrar, para conversar.
El inmueble está en un tranquilo balneario con vista al mar. Una cámara de vigilancia idéntica a las usadas en la entrada de embajadas y edificios con mucha seguridad, dirige su ojo a la entrada de la vivienda. Cuando llegamos cerca de las diez de la noche, Villanueva ya está acostado. Sus palabras son interrumpidas por fuertes accesos de tos.
Desde que arribó al país, ha intentado rehacer su vida laboral, pero una enfermedad de la que tampoco quiere referirse se lo ha dificultado. A comienzos de año, gracias a su currículo como académico y especialista en procesos de planificación y sistemas de calidad, asumió un cargo en la Dirección de Planificación y Desarrollo de la Universidad Arcis. En el departamento que dirige el ex mirista Andrés Pascal Allende, Villanueva estuvo a cargo del proceso de acreditación de la casa de estudios. "Pero trabajó poquito aquí, unos meses -cuenta Pascal Allende-, porque tiene problemas de salud y el médico le dijo que dejara de trabajar".
En marzo, el "comandante Eduardo" también formó una empresa consultora de innovación y tecnología, con un capital de $1 millón. Ahora busca olvidarse del Frente y de las versiones que lo cuestionan. "Muchos son los que dicen que estuvieron en algo y no fue así. Hablar debajo de la manta es fácil. Pero a los ojos, no te lo dicen. Además, son cosas de 20 años atrás. Para qué recordar. No tiene sentido. Esas historias de infiltrados son bonitas para contar pero no son ciertas", resume, pidiendo dar por concluida la conversación.
¿Fueron estos, casos de infiltración o colaboración; o el resultado de purgas internas?
Todavía no hay respuesta. Pero sí hubo un desenlace. Iván Figueroa Araneda y "Bigote" pagaron con sus vidas. En tanto, Enrique Villaueva Molina, "Roberto Torres", el "comandante Eduardo", sigue temiendo por la suya y asegurando que "en esta historia hay muchos intereses en juego, resueltos a costa de otras personas".
Link:
-La verdadera historia detrás del secuestro de Carreño (La Nación Domigo)
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