Segunda entrega.
CRISTÓBAL PEÑA. Periodista. Autor de Los Fusileros y Cecilia, la vida en llamas
Demetrio O’Higgins, de Jorge Ibáñez Vergara. No destaca exactamente por su escritura, que es tosca y en exceso formal, de otro siglo, pero así y todo la biografía de Demetrio O’Higgins, el hijo del prócer independentista, tiene condimentos de teleserie y un acopio de antecedentes inéditos sobre el personaje que merecen reconocimiento. Por este curioso libro nos enteramos que la vida del hijo fue muchísimo más apasionante que la del padre, que era acomplejado y quitado de bulla. Demetrio no. Demetrio era licencioso y mujeriego, un hombre de mundo que malgastó una fortuna y murió envenenado en Perú en circunstancias extrañas y no del todo aclaradas. No importa que el autor menosprecie a Petronila y desacredite su parentesco con el prócer. No importa tampoco ese absurdo empeño por depurar el linaje del apellido O’Higgins en Perú. El libro de Jorge Ibáñez Vergara pone de relieve una personalidad fascinante que propone un lado B de nuestra historia.
Cuando me Muera Quiero que me Toquen Cumbia, de Cristian Alarcón. No es novedad editorial ni mucho menos, pero a Chile llegó recién este año, a dos o tres de su primera aparición en Argentina, donde ya anota cinco ediciones. Desde el corazón de una villa miseria de Buenos Aires, el autor, que nació en Chile pero es argentino de adopción, narra la historia de el Frente Vital, un joven marginal y delincuente con dotes de líder, que termina convertido en mártir y santo del hampa juvenil bonaerense al ser abatido por la policía. El de Alarcón es un thriller social, escrito con talento y destreza narrativa, que toma partido y reclama protagonismo de su autor: este no es un reportaje sino una vivencia que demandó años, lágrimas y, por muy poco, sangre.
Hacia el Final de la Partida, de Guillermo Rodríguez. Más allá de las deficiencias narrativas, que no son pocas, este libro tiene un valor documental de excepción. Nadie antes había contado con tanta intensidad y detalle las operaciones emprendidas a comienzos de los ochenta por el MIR en la capital. Mucho tiene que ver en esto que Rodríguez haya sido protagonista de los hechos y que conociera de cerca de cada uno de los personajes, que en esta novela guardan las chapas verdaderas con que operaron. Entremezclando ficción y realidad (más de la segunda que de la primera) Rodríguez entrega un documento que se lee con los dientes apretados.
CARLOS MONGE. Periodista.
Vida y Destino, de Vasili Grossman. Un judío ucraniano, Vasili Grossman, hace toda la Segunda Guerra Mundial –que en la versión soviética oficial se llamó “la Gran Guerra Patria”- con las tropas del Ejército Rojo, publicando artículos como corresponsal del diario “Krasnaya Zvezda” (Estrella Roja). Desde la desastrosa retirada inicial hasta la marcha triunfal hasta Berlín, luego de resistir en Stalingrado. Grossman era bajito, usaba gafas redondas y su aspecto físico bastante deplorable probablemente inspiró al periodista que aparece en la película “Enemigo al acecho” (con Judd Law, como el francotirador infalible). El inglés Antony Beevor lo rescató de cierto anonimato en Occidente al publicar fragmentos de su diario, “Un escritor en guerra”, con una excesiva intervención suya, a mi juicio, en gran parte de la obra (el comentarista supera en extensión en varios párrafos al comentado). Aun así, aparece su genio de cronista de raza, que describe con una sola frase un cúmulo de sentimientos en esa situación límite que es un conflicto bélico.
Su gran novela, “Vida y destino”, fue publicada por Seix Barral en 1985 y reeditada en 2007 por Galaxia Gutenberg, en una traducción directa del original ruso. Los críticos y autores en España no cesan de aplaudirla, desde Antonio Muñoz Molina hasta otras célebres voces que no dudan en calificarla como la “Guerra y Paz” del siglo XX. En suma, hay que leerlo, porque Grossman en su recorrido descubrió y expone sin remilgos desde la magnificiencia de una gesta épica hasta sus miserias más escondidas y soterradas. Y a su regreso a la URSS fue condenado al silencio por el estalinismo, pero él, contra toda esperanza, escribió este libro que finalmente halló sus lectores. Un libro que remece, que sacude hasta los tuétanos, y donde no se le escabulle el bulto ni al antisemitismo ni al “gulag”.
Bonus track:
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