El presidente de la fundación antidelincuencia es la reserva moral que logra convocar a gente de todos los colores. Más que el mejor presidente de la transición, su estampa poderosa y el conglomerado periodístico más grande de Chile, permiten que la gente se ponga de acuerdo en las “políticas públicas” para protegernos del flaiterío. Pero el hambre de poder logra trizar su reino de consenso y palmoteos amistosos. Sigue leyendo
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