domingo, 2 de octubre de 2005

Reportaje Raúl Alcaíno





















El alcalde de Santiago se hunde a los nueve meses
EL PARTO DEL INGENIERO

La UDI le juró apoyo, pero lo dejaron solo. Ni todo su período le alcanzará para tapar los hoyos que dejó su antecesor. Nadie sabe dónde están los 15 mil millones de pesos que Lavín obtuvo de la venta del agua y de otras operaciones. Por si fuera poco, el plan antidelincuencia que heredó fue un rotundo fracaso. Un desastre.

Giselle Concha/Felipe Saleh/Miguel Paz / La Nación Domingo (2 de octubre de 2005)


La fiebre de 38,5 grados que tenía Raúl Alcaíno el atardecer del 31 de octubre, mientras saludaba a sus adherentes desde el balcón de la Municipalidad de Santiago al lado de Joaquín Lavín, se transformó en un sutil presagio de las dificultades con que se encontraría al asumir como alcalde, el 6 de diciembre.

Pero aquella noche el ex conductor de TV lo tenía todo. Había derrotado a Jorge Schaulson en una apretada disputa por el sillón edilicio, y contaba con todo el apoyo del candidato presidencial de la UDI.

Nueve meses después no hay nadie junto a Alcaíno en el balcón, y en la plaza no se observan partidarios del alcalde: sólo personas que lo esperan afuera del municipio para quejarse por la eliminación del “plan Pololo” contra la cesantía, implementado por Lavín.
La alcaldía de la capital, que en tantos casos recientes ha servido como plataforma presidencial, para él se está convirtiendo en una tumba.

LA CAJA NO CUADRA

Y es que, pese al apoyo inicial de la UDI, el nuevo alcalde heredó un déficit cercano a los nueve mil millones de pesos y la huella de un estilo populista “besaguaguas” al que el ingeniero le cuesta adaptarse.

Aunque su pasado familiar abunda en personajes ligados a la política y ha tenido una extensa carrera televisiva -que inició en la Red y concluyó en Canal 13-, a Raúl Alcaíno Lihn se le hace cuesta arriba el cara a cara con sus electores. Le disgusta pronunciar discursos. Se incomoda con los puerta a puerta y evita andar besando niños en operativos de salud.

“La política tiene tiempos y códigos que no manejo”, dijo en una de las escasísimas entrevistas que ha dado desde que es alcalde. Porque tampoco le gusta hablar con la prensa. Alcaíno ha dicho que tiene pedidas 50 entrevistas y que no las da porque no le gustan. La número 51 fue solicitada por LND para este artículo. Sin éxito.

En el concejo municipal reconocen que Alcaíno está atado de manos porque, de los 74 mil millones de pesos con que cuenta la municipalidad, 71 mil se van en puros gastos fijos. Uno de ellos era el “plan Pololo”. Este programa fue uno de los proyectos estrella contra la cesantía durante el mandato de Lavín, pero fue suspendido por Alcaíno por falta de fondos.

Según el concejal DC Gerardo Guzmán, el plan fue la expresión más notoria del paternalismo que dejó como lastre el ex alcalde. “Debió durar 90 días, pero duró cuatro años. Hemos logrado reubicar a algunas personas, pero hay otras que quieren que les paguen por no hacer nada, como era antes”, dice.

“Alcaíno se ha encontrado con cosas que no esperaba, pero por razones obvias no puede quejarse”, dice el concejal independiente Jaime Tohá Lavanderos, aludiendo al oscuro escenario que encontró el alcalde cuando asumió sus funciones. “Por eso ha terminado con políticas populistas que son innecesarias”, como los tres mil permisos “de tolerancia” para poner un pañito rojo y vender en la calle, “que se obtenían simplemente mandando una carta a un funcionario municipal”.

Del presupuesto con el que cuenta Alcaíno para todo su período deberá destinar el 10% sólo para liquidar créditos, incluidas dos operaciones de “leaseback”, realizadas en 2001 y 2004. La primera, por 4.415 millones de pesos, que corresponde a un edificio ubicado en Santo Domingo con 21 de Mayo, y la segunda, por 4.016 millones, correspondiente a los edificios donde están los Juzgados de Policía Local.

Un “leaseback” consiste básicamente en que un banco compra una instalación y luego se la arrienda “de vuelta” al dueño del inmueble, cobrando un alquiler por el período de contrato. Gracias a estas operaciones con el Banco Santander, Lavín obtuvo recursos frescos para sus proyectos, como el “plan Pololo”.

Pero es precisamente el pago del arriendo de dichos edificios lo que más complica a Alcaíno, por ser uno de los ítems más caros dentro de los gastos del municipio.

DÓNDE ESTÁ LA PLATA

“Voy a tener incendios prendidos durante los cuatro años. Estoy preparado para eso”, dijo Alcaíno a “El Mercurio”.

Curiosamente, el principal foco de incendio viene de la polémica venta de los derechos de aguas que hizo Lavín en 2002, a Aguas Andinas. La operación significó 5.800 millones de pesos en ingresos líquidos para la Municipalidad de Santiago.

Según Lavín, esta venta fue necesaria para pagar deudas que venían desde la administración de Jaime Ravinet. Entre los ingresos vía “leaseback” y la venta del agua entraron a las arcas municipales casi 15 mil millones. De hecho, durante toda su gestión, Lavín recaudó 81 mil millones de pesos, 20 mil millones más que los obtenidos por Ravinet en todo su período.

“No es aceptable la explicación de la deuda de Ravinet. Si tú vendes el agua, no puedes decir que tienes la deuda todavía. Sería bueno que Lavín viniese a la comuna a explicar dónde está esa plata”, dice Tohá, denunciando que el dinero no está.

Los intentos de Alcaíno por ordenar la casa han dejado al descubierto los enormes forados en la gestión del presidenciable UDI. A causa de ello, el ingeniero recortó en más de 350 millones de pesos los planes de seguridad ciudadana e inversión social, y de empleo y cultura.
Paradójicamente, temas a los que Lavín, supuestamente, destinó su mayor esfuerzo.

Del presupuesto inicial, el edil redujo el ítem “asistencia social” de 1.407 millones de pesos (del último año de Lavín) a 482 millones en 2005. Es decir, tres veces menos dinero. Tamb ién hay un 34% menos de recursos para la higiene de las piscinas públicas y los edificios municipales.
Por si fuera poco, de los 49 establecimientos educacionales municipales que existen en Santiago, muy pocos recibieron inversión durante la gestión del presidenciable UDI, lo que obligará a Alcaíno a inyectarles 35 mil millones de pesos para ponerse al día.

TEATRO EN HUELGA

Después de la idea de Lavín de convertir el Teatro Municipal en Nacional, para dividir su costo de mantención con otras entidades públicas, Alcaíno se ha encontrado con que la institución tiene un déficit de 3.500 millones de pesos, que el municipio deberá saldar.

El recinto cultural tiene un presupuesto anual de casi seis mil millones de pesos, de los cuales 1.500 millones los aporta el Consejo Nacional de la Cultura; 2.500 millones, la Municipalidad de Santiago, y dentro de la propuesta de Lavín, dos mil millones los aportarían las comunas de Providencia, Las Condes y Vitacura.

Sin embargo, la Municipalidad de Providencia anunció que no dará dineros al teatro, y los alcaldes de Las Condes y Vitacura informaron que sólo pueden colaborar desde el próximo año, cuando sus ingresos se vean incrementados por la entrada en vigencia de la Ley de Rentas II y puedan poner este ítem en su presupuesto. ¿Quién pagará lo que falta?

El concejal RN Felipe Alessandri asegura que el municipio está en tratativas con los Ministerios de Cultura y de Hacienda para obtener los fondos restantes, porque “no se puede poner un peso más. En la comuna hay múltiples necesidades más importantes. Se hace necesario encontrar otra forma de financiamiento”.

Alcaíno, en tanto, ya les dijo a los trabajadores que sus sueldos estaban seguros sólo hasta septiembre. No obstante, el miércoles pasado los trabajadores del teatro aprobaron ir a la huelga, luego de que fracasara la negociación colectiva con la Corporación Cultural de Santiago. Y el viernes los directivos de la entidad, Alan Mackenzie y Andrés Rodríguez, solicitaron una reunión de urgencia con el alcalde. Alcaíno, según “El Mostrador”, está molesto por la no resolución del conflicto.

BASURA EN LA CALLE

Otro escollo que el edil ha debido sortear es el tema de la basura. Gracias a una determinación que da cuenta de su estilo ingenieril, más cercano al de un empresario con plenos poderes que al de un político de consensos, Alcaíno ordenó en julio terminar con la recolección de basura diaria de la comuna, dejándola en día por medio y quitando los contenedores instalados en lugares públicos.

Rápidamente, la escena de las calles repletas de basura y los vecinos exasperados colmó el horario matinal de la televisión. Las críticas llovieron sobre una decisión que, según el alcalde, “fue consultada al consejo y nadie dijo nada, porque se trata de modernizar la comuna”.
El concejal DC Gerardo Guzmán asegura que el tema todavía está latente: “Esperamos una mejor solución”.

Pero los problemas con la basura empezaron para el alcalde antes de que fuera candidato. Paradójicamente, los desechos le han dado de comer a Alcaíno. A principios de los ’80 participó en la fundación de Resiter, empresa dedicada al manejo de residuos. Desde allí, el ingeniero denunció que en el negocio “para ganar licitaciones es necesario pagar coimas”. Por eso, desde el 2000 Resiter no participa en ninguna propuesta pública.

A Alcaíno el tema le fascina. Pero le ha traído problemas en la UDI. Acusó al joven alcalde gremialista de Estación Central, Gustavo Hasbún, de negociaciones irregulares en una licitación en la que él ni siquiera participó. Y en julio de 2003 el alcalde UDI de Maipú, Roberto Sepúlveda, presentó una querella en contra suya por injurias con publicidad, después de que Alcaíno lo acusara de gastar 1.300 millones de más en la licitación de los servicios de aseo para la comuna.

MORDISCO A LA DELINCUENCIA

También en julio pasado, el alcalde anunció que reduciría los cupos, de 60 a 25, para los pintores que trabajan en la Plaza de Armas, a través de un concurso público para elegir a los mejores. Aunque su decisión es impopular, su finalidad última es revalorizar el centro para que los grandes contribuyentes de la comuna no sigan huyendo a “Sanhattan” (El Golf y barrios aledaños). Durante la administración de Lavín, un 20% de los grandes contribuyentes emigró, en gran parte porque los problemas de seguridad ciudadana y delincuencia aumentaron.

En la reunión del Concejo Municipal del miércoles pasado hubo consenso en que el modelo antidelincuencia implementado por el actual candidato presidencial de la UDI fue un fracaso y es necesario reestructurarlo. No han servido de mucho los botones de pánico, que cuestan unos 600 mil pesos mensuales, ni las casetas de vigilancia, ni los autos municipales que andan con la baliza prendida todo el día, según los concejales.

Mediáticamente, a Alcaíno también le llueve sobre mojado. El reportaje exhibido hace una semana por Chilevisión, que mostró violentas imágenes asociadas a delincuentes en Plaza Italia, le generó críticas que aceleraron su intención de cerrar los locales El Castillo y Jaque Mate. Eso, sin contar la molestia del mundo oficinista por el cierre de clubes nocturnos del centro.

EL PRINCIPIO DEL FIN

¿Cómo llegó Alcaíno a esto? ¿Cómo alguien que fue presentado como un candidato con sello de garantía de la continuidad de la gestión de Lavín, con perfil de tecnócrata distante del político tradicional, terminó convertido en un “apagafuegos” que prefiere entrar al municipio por una puerta trasera para no encontrarse con los cesantes del “plan Pololo”?

Para entenderlo es necesario partir desde el principio.

Para el ingeniero civil de la Universidad de Chile, la idea de convertirse en alcalde de Santiago, más que un trampolín político, fue casi como saldar una deuda familiar. Su bisabuelo ocupó el mismo puesto que él. Su abuelo, Abraham Alcaíno Fernández, fue ministro de Obras Públicas de Juan Antonio Ríos, y su padre, del mismo nombre que él, fue edil de San Miguel.

Alcaíno ha confesado que su primer acercamiento a la política fue mediante una serie de llamadas telefónicas a Pablo Longueira, Sebastián Piñera y Joaquín Lavín. A todos les dijo que estaba disponible para ser alcalde, seguramente aguijoneado por “el bichito de la cosa pública” que, según él, le pica desde sus tiempos en el Colegio Alemán. Probablemente, una expresión más de sus múltiples intereses. Alcaíno bota tensiones cultivando árboles bonsái, jugando golf, fútbol y lanzando patadas de kárate, especialidad en la que es cinturón negro.

Aunque en la UDI valoraron su franqueza, al comienzo la llamada telefónica a Lavín no surtió efecto. En el gremialismo el nombre de Alcaíno provocaba desconfianza. En 1997, el ex conductor de “Amigas y amigos” animó algunos eventos de la campaña senatorial de Andrés Allamand, quien no era muy querido por los chicos de calle Suecia.

Las dudas venían también por los lazos de Alcaíno con Piñera, de quien se reconoce amigo. Han compartido vacaciones y Alcaíno estuvo casado con Esperanza Cueto, miembro de la familia que controla Lan junto al candidato presidencial RN.

Pero, según un cercano al alcalde, Alcaíno terminó por convencer a Longueira de su neutralidad cuando Piñera le ofreció que fuera candidato a alcalde por RN y el ingeniero desechó la idea para seguir como independiente.

Gracias a esta maniobra, Alcaíno consiguió el apoyo total de Lavín y los líderes históricos de la UDI para su campaña por Santiago. Lástima que tuvo que pasar casi un año para que volviera a tomarse un café con quien lo metió en el lío más grande de su vida. Era domingo. Era 11 de septiembre. Y, por suerte, Alcaíno no tenía fiebre.

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