miércoles, 5 de septiembre de 2007

Bernardo, un libro que va a dejar la escoba



Carreristas, Ohigginistas, Rodriguistas, Portalianos, Pinochetistas, attenti. La biografía no autorizada (vaya literalidad en este caso) del "Padre de la Patria" promete. El periodista y profesor de la Universidad Alberto Hurtado, Alfredo Sepúlveda, se pasó casi dos años investigando para "parir" este trabajo que sacará roncha. En un país de guachos, que gusta de relatos fundacionales o directamente mitológicos, este trabajo asoma como el golpe a la cristalería de un elefante con espíritu de "10" asesino. Si lo que trae el texto es un quinto de lo que le contó Alfredo a un alumno mío en una entrevista hará un año, ya estaríamos listos.
El lanzamiento es el 12 de septiembre y el (ex) primer párrafo, publicado por Sepúlveda en su blog en febrero pasado, dice así:

A las cinco de la tarde del nueve de julio de 1824, una comitiva de siete hombres, más sus criados de confiaza, cocineros y arrieros, “zambos”, negros y blancos, partió de Trujillo, en el norte de Perú, a encontrarse con el ejército de Simón Bolívar que entonces luchaba por liberar Lima del dominio realista. Lo que se les venía encima era un penoso viaje de más de seiscientos kilómetros hasta Huancayo, en plena sierra. En el grupo había una nada de extraña mezcla de intereses financieros, políticos y militares. Dos de los viajeros eran ingleses con intereses mineros en la zona; otros dos eran soldados que iban en camino a reincorporarse a las filas de Bolívar: un colombiano y un chileno, José Domingo Allende. Iba también el argentino Tomás Guido, que hasta pocos años antes había sido una suerte de mano derecha del general José de San Martín. Y también iba un admirador de Darwin y emulador de sus dibujos naturalistas: era un irlandés llamado Thomas Nowles que respondía al sobrenombre de John Thomas, bueno para dibujar plantas desconocidas y tomar apuntes del viaje y especialmente de la vida del último de los pasajeros, el de pasado más ilustre y a la vez oscuro, un general chileno con apellido irlandés, colorín, bajo y rechoncho, que un año y medio antes había detentado el poder absoluto en su país pero había sido derrocado por su general más fiel y engañado por su amante. Se llamaba Bernardo O’Higgins.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chuta, Miguel, gracias. Te pasaste. El primer párrafo, eso sí, se fue para adentro, ya no es el primero. Pero de todas maneras quedas muy invitado al lanzamiento.
a.

Miguel Paz dijo...

Chuta, Alfredo, de nada:) Gracias por la aclaración, la agrego. Haré lo posible por ir al lanzamiento