- EL PROTOCOLO SECRETO DEL GOBIERNO PARA EL FUNERAL DE PINOCHET
A un año del deceso del dictador, damos a conocer los pasajes inéditos de este plan en clave para su hora final, trazado en las oficinas de Defensa. La historia del diseño de la estrategia comunicacional, el impasse con el comandante Izurieta y un CD que se guardó bajo siete llaves hasta el día que el general dejó de existir.
Por Miguel Paz / La Nación Domingo (9 de diciembre de 2007)
El domingo 10 de diciembre de 2006, la entonces ministra de Defensa, Vivianne Blanlot, estaba en su casa preparando el almuerzo para sus tres hijos cuando le avisaron por teléfono que el general (R) Augusto Pinochet Ugarte había muerto pocos minutos antes en la UCI del Hospital Militar. La persona al otro lado de la línea era su asesora de confianza, Laura Elgueta, quien nada más recibida la información del Ejército contactó a su jefa para darle la noticia y activar el protocolo secreto que Blanlot y su equipo habían diseñado seis meses antes, con el visto bueno de la Presidenta Michelle Bachelet.
Blanlot colgó el teléfono y enfiló de inmediato a la residencia de la Mandataria. Bachelet ya había sido informada de la muerte de Pinochet por el comandante en jefe del Ejército, Óscar Izurieta, y convocó a sus ministros, a las 16 horas, para una reunión extraordinaria de comité político. Los primeros en llegar a la residencia de Burgos 388, en el barrio El Golf, fueron el ministro del Interior, Belisario Velasco, y el vocero de Gobierno, Ricardo Lagos Weber, seguidos de Blanlot. Se sumaron el comandante Izurieta y el asesor de la Mandataria en temas de Defensa, Marcos Robledo.
SEÑAL DE NORMALIDAD
El plan de contingencia con el nombre clave "La muerte del señor López" en alusión a "Daniel López", la identidad falsa usada por Pinochet para abrir cuentas en el Banco Riggs detallaba cómo debía actuar el Gobierno en la hora final del dictador y establecía la estrategia comunicacional a seguir. Había sido elaborado en junio de 2006, tras la última crisis de salud de Pinochet, cuando en el Ministerio de Defensa se percataron de que el plan legado por la administración Lagos acordado por el ex Mandatario y el general Juan Emilio Cheyre en 2004 tenía falencias. Hasta ese domingo 10 de diciembre, el protocolo de "La muerte del señor López" se había guardado celosamente en un CD por temor a que se filtrara. Ya no sería necesario.
Según lo previsto en el instructivo y ratificado en el encuentro del comité político, Lagos Weber sería el encargado de dar a conocer la posición oficial del Gobierno: ni funeral de Estado ni duelo oficial, pero sí honores correspondientes a un ex comandante en jefe del Ejército.
Para dar una señal de normalidad, Bachelet se marginaría del tema y el vocero enfrentaría sólo las cámaras en La Moneda. "Que lo hiciese así, leyendo un comunicado, sin espacio a la improvisación, era parte del protocolo. Lo curioso es que pese a lo intenso de la jornada todo se cumplió matemáticamente", asegura uno de los participantes de la reunión en casa de Bachelet.
Aunque ya estaba acordado que Izurieta se haría cargo de la relación con la familia Pinochet-Hiriart, y definiría quiénes hablarían en los funerales en la Escuela Militar, durante el gabinete convocado por la Presidenta, el general incluyó un planteamiento no previsto, asegura otro testigo. "Izurieta señaló que sería mejor que al funeral de Pinochet no asistieran representantes del Gobierno. Ahí se le explicó que, si pretendían hacer el funeral en un recinto militar, tendría que estar la ministra de Defensa. De lo contrario, deberán velarlo en Los Boldos o donde mejor les parezca".
BRIEFINGS DIARIOS
No era el primer impasse con el jefe castrense. En la madrugada del domingo anterior a su muerte, Pinochet fue trasladado en ambulancia desde su casa en La Dehesa hasta el Hospital Militar, aquejado de un infarto, insuficiencia cardíaca y un edema pulmonar.
El general (R) había sido ingresado al hospital a las 2:30 de la madrugada, pero el jefe de comunicaciones del Ejército, Carlos Mezzano que estaba en el lugar , recién informó del hecho al Gobierno a las 6:30 horas, provocando la furia de la titular de Defensa, quien se hallaba en Buenos Aires junto al canciller, Alejandro Foxley, en una reunión 2+2 con sus pares trasandinos.
La explicación de Mezzano, quien había llegado al hospital directamente del matrimonio de la hija de un alto oficial, fue que no había podido dar con Izurieta. El general Alfredo Ewing, segunda antigüedad del Ejército y jefe del Estado Mayor, sí fue informado, pero no atinó a avisar.
Había otro motivo para el enojo de Blanlot: meses antes, la primera vez que corrió el rumor de la muerte de Pinochet, el comandante se había comprometido con ella y la Presidenta a que serían las primeras en saber si algo le sucedía al dictador.
Una vez enterado del entuerto, Izurieta estableció un canal directo con el Gobierno, que incluía "briefings" diarios sobre el estado de salud de Pinochet. Cuando falleció el general (R), el comandante en jefe del Ejército estaba en el Hospital Militar junto a swing, el secretario general del Ejército, y el general Patricio Cartoni, que en aquel período encabezaba la Guarnición Militar de Santiago. Lo primero que hizo fue llamar a Bachelet. Eran las 14:20 de ese soleado domingo. Cinco minutos antes, a los 91 años de edad, Pinochet había dejado de respirar.
"GRACIAS, MIJITA"
El martes 12 de diciembre, exactamente a las 11:04 de la mañana, una estruendosa pifia recibió a Blanlot cuando ingresó al Patio Alpatacal de la Escuela Militar para el funeral de Pinochet, flanqueada por los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, un gesto acordado el día anterior.
Nada más ver a Blanlot, un seguidor del general Pinochet gritó enardecido: "¡Y vino de blanco la conchesumadre!". El color de su vestimenta había sido un secreto que la titular de Defensa guardó hasta el último minuto. Las pifias seguían. Un sacerdote habló. Demandó silencio. "Es un momento de reflexión y unidad", dijo. Blanlot seguía estoica.
Rompiendo un pacto de que al menos una de sus tres colaboradoras más cercanas siempre acompañaría a la ministra en sus actividades, esta vez se hallaba sola. Una de ellas, recuerda un testigo, explicó sus argumentos al jefe de la escolta de la secretaria de Estado. El hombre había sido guardaespaldas de Pinochet durante la dictadura. Cuando el general dejó la comandancia en jefe, fue designado a la seguridad de los ministros del área.
"Imagino que usted sabrá por qué no acompaño a la ministra, pero se lo digo: yo no voy porque me mataron un hermano y fueron tan cobardes que ni siquiera me entregaron su cuerpo", cuenta la fuente que le dijo Laura Elgueta al militar, en alusión a su hermano Luis Enrique Elgueta, detenido en Buenos Aires y desaparecido por agentes de la DINA en el marco de la Operación Cóndor. El soldado asintió. Su respuesta fue solicitar refuerzos para el funeral.
Otra de las cosas que incluía el protocolo era que Blanlot, a nombre del Gobierno, le diera el pésame a Lucía Hiriart. "Gracias, mijita", respondió la viuda de Pinochet. También debía presentar sus condolencias a las "futuras generaciones", a los nietos de Pinochet. El gesto era considerado en La Moneda como una forma de cerrar el círculo y mirar hacia adelante.
"Por suerte no se hizo, sobre todo por lo del nieto", recuerda un ex ministro. "El nieto" no era otro que el capitán Augusto Pinochet Molina, quien, saliéndose de la planificación acordada por la familia con Izurieta, tomó la palabra y alabó la "obra" de su abuelo. Fue "uno de los líderes más prominentes de su época a nivel mundial ( ) un hombre que derrotó en plena guerra fría al modelo marxista", dijo en el pasaje más encendido de su despedida.
Izurieta no podía contener la rabia. En su complejo rol de equilibrista entre los adherentes de Pinochet y su responsabilidad como comandante en jefe y hacia el Gobierno, estaba furioso. Sentía que le habían pasado un gol. "Por eso fue tan implacable. El capitán, vestido de uniforme, le faltó el respeto. No a él, sino a la figura del comandante en jefe".
Al caer la tarde, Blanlot enfiló a su oficina en calle Villavicencio, en el centro de Santiago. En el trayecto coordinó una conferencia de prensa que daría al llegar al edificio del Ministerio de Defensa y habló con la Presidenta y con Izurieta. "Es impresentable lo que hizo el nieto. Tiene que irse", dijo. El comandante en jefe del Ejército estaba igual de indignado y tomó la decisión. Sellado el pase a retiro del último Pinochet en el Ejército, y con la cremación del dictador en Concón, terminaba el último episodio del protocolo de "La muerte del señor López".
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