Acabo de llegar de ver "El diario de Agustín". La película de Agüero y Villagrán es un excelente compendio de la historia de una generación que vivió in corpore los efectos del trabajo periodístico de El Mercurio durante la dictadura.
Sin llanteríos, los autores apuestan por un punto de vista un tanto didáctico pero contenido -amén del público internacional, presumo- que consigue el resultado de exponer las costras no explicitadas de la actitud del Decano de manera previa y posterior al Golpe de Estado.
Habiendo tanto material sobre El Mercurio y su dueño, los cineastas fácilmente pudieron tentarse con dedicar el documental a la trastienda de la historia de la periodista Beatriz Undurraga o caer en el exceso de patear a ciertos personajes en el suelo (cosa que hicieron con Arturo Fontaine, levemente), pero mantuvieron la hoja de ruta, sin perderse de los temas esenciales.
Confieso que en la primera parte del documental, donde un grupo de tesistas de Periodismo de la Universidad de Chile -que funciona como hilo estructural de todo el relato- decide realizar un trabajo sobre el rol de El Mercurio en la dictadura, estuve tentado a descalificar el trabajo debido a que aparentemente parecía que los jóvenes engañarían a sus entrevistados de El Mercurio para conseguir el resultado esperado.
Pero me alegré de ver que estaba equivocado cuando Claudia Lagos, la periodista y profesora guía de la tesis, contaba al ex director de ElMer Juan Pablo Illanes que el trabajo de sus alumnos era parte de un documental de Ignacio Agüero, y el ginecólogo y actual asesor del periódico en temas de Internet optaba por no dar la entrevista para el filme.
La honestidad en una película documental supera cualquier declaración de intenciones. De no haber explicitado a sus entrevistados las características y motivo de la conversación, no hubiera podido reírme sin culpas de las respuestas de Arturo Fontaine, ex subdirector de El Mercurio, o sentido cierta envidia por los encuadres "godfathereanos" de Álvaro Puga, "Alexis".
La gracia y desgracia de este documental reside en su gratificante capacidad de síntesis. Conociendo tantas historias de la vida y obra de Dunny Edwards a cargo del centenario periódico, no cabe sino aplaudir la capacidad autoral de los realizadores para imprimirle un claro punto de vista, abocado a los casos clave: los 119 desaparecidos, el crimen de Marta Ugarte, las operaciones de Francisco Javier Cuadra, para exponer los hechos de manera concisa: El Mercurio mintió. Y no lo ha reconocido. "Sigue impune", dice uno de los estudiantes que protagonizan la película. Esa es la conclusión que se desprende de la película, del contraste de datos, de la cruel pero fina ironía que permea toda la cinta con justos derechos.
Digo "cruel" porque al fin y al cabo los protagonistas y actores secundarios de "El diario de Agustín" son productos de su época. Esto no debe confundirse como una disculpa de su actuar sino más bien como la constatación de que existieron y todavía existen en el Chile de hoy sujetos -la burguesía, como dijo Fontaine- incapaces de relacionarse con un otro, ajeno a su reducto de conservadurismo católico, político, empresarial, que no se han dado cuenta que el país cambió y podrían ser capaces de activar nuevamente la lógica de la operación psicológica si ven peligrar sus parcelas de poder.
Son los mismos que encogen la nariz cuando oyen hablar del Faúndez y el Leonardo Farkas que el nuevo Chile, producto del paradigma económico que promovieron, destila, sin complejos y más hambre, que admiración hacia ellos. Son aquellos que aplauden al historiador Gonzalo Vial cuando insiste en el concepto de las hordas de miserables que desbordan el centro de la ciudad en la época de Allende por cuestiones de clase o cuando don Gonzalo se queja del consumo rampante devenido en flaite sin respeto con reproductor MP3.
La escena de Agustín Edwards respondiéndole a Cecilia Serrano su pregunta de cómo se relaciona con el dolor de las madres de los desaparecidos, a raíz del secuestro de su hijo Cristián, equivale a una hora de película en sí misma. "Que tengan fe no más", profiere incómodo luego de segundos en silencio el quinto de los agustines, incapaz de homologar su dolor "pelolais" al de las mujeres que en más de una ocasión ordenó echar del hall de entrada de su periódico en la dictadura.
Con todo, el documental "El diario de Agustín" es apenas una sinopsis. Una excelente. Y muy necesaria como cualquier precuela. Pero insuficiente -lo digo desde el verso del crítico que no hace sino comenta- porque no aborda el swap de la millonaria deuda de El Mercurio que Alvaro Bardón convirtió en avisaje al final de la dictadura, como tampoco se detiene, entre otras cosas, en la historia de cooptación amable de los líderes de la Concertación (vía aumento de las páginas sociales) ni en el detalle más relevante de un guión de película I parte: el cliffhanger de la segunda parte o la historia de Agustín Edwards del Río, el sexto de los agustines que dirige el diario de nuestra clase media aspiracional actual -LUN- y que será el más probable sucesor de su padre.
Esa historia, la actual donde conviven/convivimos, todos, es parte del material que deberán recopilar los documentalistas que sucedan a Agüero y Villagrán, en la historia de nuestra industria de medios. Del mismo modo, serán ellos quienes deberán explicar por qué a estas alturas dos artículos sobre "El diario de Agustín" con todas las credenciales periodísticas de rigor no fueron publicados ni el sábado ni el domingo pasados en el suplemento "Cultura" y el cuerpo de "Reportajes" del diario La Tercera, producto de telefonazos decisivos que siguen demostrando que Agustín y su diario aún mantienen cuotas relevantes de poder.
1 comentario:
Miguel,
Tuve la oportunidad de estar en el estreno del documental "el diario de Agustín", material que debiera ser obligatorio para los alumnos de Periodismo.
Hoy en la mañana fui sorprendida por el Decano al encontrarme con una senda crónica en su página A8 al respecto, Sahie y Boffil ....nada , parece que hoy ellos son los encargados de cuidar las llaver del reino.
Cariños
Paula
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