LA SOSTENEDORA DE LA ELITE
A caballo de la Sociedad de Instrucción Primaria, uno de los grupos de colegios sin fines de lucro más exitosos del país, Patricia es el mayor referente de la Alianza en educación. Junto a sus hermanos Eliodoro y Bernardo, representan el poder en estado puro y saben cómo ejercerlo para imponer su hegemonía. Desde el CEP, la Papelera, influyen políticamente y marcan la agenda pública. Por algo son los Matte. Y en su cruzada contra la reforma a la educación, “Pati” quiere demostrarlo.
Por Miguel Paz y Felipe Saleh / La Nación Domingo (15 de abril de 2007)
Patricia Matte Larraín no quería aceptar la invitación. Pese a los insistentes llamados hace tres semanas del presidente de la UDI, Hernán Larraín, la mayor de los Matte, casada con el empresario Jorge Gabriel Larraín y madre de cuatro hijos, estaba reticente a formar parte del “gabinete en las sombras”, ideado por el gremialismo y RN para “marcar” al Gobierno en todos los frentes ministeriales. La invitación era obvia.
A sus 64 años, la socióloga que en la dictadura diseñó junto al gremialismo las políticas sociales de Pinochet, es una experta en temas de pobreza y educación. También asesoró en esa materia a Joaquín Lavín en sus dos fallidas postulaciones a la Presidencia. Por su labor a la cabeza de la Sociedad de Instrucción Primaria (SIP), una red de 17 exitosos colegios particulares subvencionados conocidos como las “escuelas Matte”, el nombre de Patricia es el único que genera consenso para ser ministra de Educación de un hipotético gobierno de la Alianza. El otro es el del historiador Gonzalo Vial, descartado por su avanzada edad.
Por eso, ante la negativa de Patricia al senador de la UDI se sumó a las gestiones el presidente de RN, Carlos Larraín. El asunto se trató con calma en dilatados diálogos, donde Larraín le expuso a la profesional el peso técnico que le otorgaría al comité su presencia. Patricia escuchaba con anuencia los argumentos de Larraín, un fiel representante de la antigua oligarquía, y sonreía sin aceptar explícitamente la propuesta, como lo hace siempre que le dicen que es la mujer más poderosa del país.
Eso hasta que el lunes, la Presidenta Michelle Bachelet anunció la enmienda a la LOCE y el fin del lucro en los colegios particulares subvencionados.
Ahí a Patricia Matte le cambió la cara y la Alianza encendió todas sus alarmas. El dispositivo para frenar la iniciativa de Bachelet tenía que activarse de inmediato. Fue entonces cuando ella accedió a ser el rostro emblemático de esta embestida. Su trabajo en las “escuelas Matte”, consideradas un paradigma de buena gestión, la avalaban, y el martes hizo sentir su descontento. Sentada en medio de los dos Larraín, Patricia Matte dio cuenta de lo “nefasto” del proyecto. “No sé si esto es un poco para darle gusto a los jóvenes y que no salgan mañana a las calles, junto con los problemas que ha tenido el Transantiago”, dijo la investigadora del think tank Libertad y Desarrollo, quien en marzo de 2003 arremetió contra el proyecto sobre jornada escolar.
En aquella ocasión afirmó que sus normas no sólo limitarían al máximo la acción de los colegios, sino que “pueden afectar hasta la subsistencia misma de la enseñanza pagada”. Siempre remarcando el tema económico, alertó además sobre la posibilidad de que los colegios calificados como “no vulnerables” quedaran sin acceso a los fondos con la nueva jornada escolar completa. Y se opuso a las restricciones para la selección de alumnos. Coherente a su línea de pensamiento, el martes dijo que se opone al proyecto de ley que reemplazaría a la LOCE. “Terminar con la selección y con el lucro, definitivamente, no tiene que ver con mejorar la calidad de la educación”. Y subrayó su temor a que desaparezcan colegios de excelencia sólo porque “familias financien su vida por tener un muy buen colegio”.
LA PAPELERA NO, LUCRO SÍ
Con sus palabras, la mayor de los Matte dio el vamos a un debate que, bajo la inocente apariencia de ser una discusión técnica, esconde una batalla ideológica por el viejo temor de la derecha al fantasma de la estatización de la UP. El mismo fantasma que vio el padre de Patricia, Eliodoro Matte Ossa, cuando Salvador Allende quiso expropiarle la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC), conocida como la Papelera, y Matte Ossa levantó el eslogan “La Papelera ¡no!”, que pasaría a la historia como la frase más ilustrativa de la derecha económica de un período que marcó a fuego a los hermanos Patricia, Eliodoro y Bernardo Matte Larraín.
Tres décadas después de la UP, los Matte son el clan más emblemático e influyente del país. El segundo grupo económico, liderado por Eliodoro, se vincula religiosamente a los Legionarios de Cristo y extiende sus redes transversalmente desde la oposición al Gobierno, a través de una de las instituciones clave de referencia del establishment político e intelectual: el Centro de Estudios Públicos (CEP). La institución, el “chiché” de Eliodoro, lidera el análisis intelectual y hace sudar a la clase política cada vez que se anuncian los resultados de sus encuestas de opinión.
Definidos, al igual que los Kennedy en Estados Unidos, como lo más cercano en Chile a una familia real, este clan se distingue también por su austeridad. Un reportaje de “Caras” daba cuenta de ello el año pasado, indicando que ninguno de los tres hermanos vive en casas que puedan reflejar su fortuna (avaluada por el ranking “Forbes” 2007 en 2.700 millones de dólares). “La de Patricia está en Vitacura, en el sector de Lo Matta. Eliodoro y Bernardo viven, como su madre, Marita Larraín, en La Dehesa, todos en la misma calle. No conducen autos llamativos. Patricia tiene un Volvo, Eliodoro un jeep BMW y Bernardo una Pathfinder”.
Otra característica de los Matte, que los diferencia de otros grupos influyentes que concentran un porcentaje relevante del PIB, como los Angelini o los Luksic, es su discurso social. “Algo que para algunos parece incongruente, pero que en la práctica los convierte en una de las familias empresariales más activas en el rol público, y los diferencia de sus pares por un ‘sello’ particular orientado a la filantropía”, escriben las periodistas de la UDP Claudia Esquivel, Paula Neiman, María José Puhlmann y Carla Zunino en su tesis de grado “Familia Matte Larraín: Tradición, fortuna y dicotomías”, una investigación académica sobre los Matte.
“Hablar de la familia Matte Larraín en Chile, no es hablar de cualquier cosa”, añaden las periodistas. “Son preponderantes al momento de orientar las políticas públicas de Chile. Su criterio es escuchado y tomado en cuenta por los gobiernos de turno. Sus ideas acerca de cómo se debe desarrollar la sociedad son vitales a la hora de definir los lineamientos fundamentales del ideario colectivo”.
Algo de eso tiene la cruzada de Patricia Matte contra la reforma educativa: influir mediante todo el peso de la familia en una cuestión estratégica para la derecha. Ella sabe cuánto pesa y lo hace sentir. Lo reflejó en una entrevista que concedió a las jóvenes tesistas: “Yo creo que tenemos harto poder. El poder se genera de distintas formas. Se genera por las empresas a las cuales uno tiene acceso, que ocupan a más de 10 mil personas ,y eso es un poder; hay poderes para hacer cosas positivas como ésa. También el poder de influir; entonces, cuando uno habla, habla públicamente o dice algo, tiene que tener un cuidado enorme porque tiene influencia”.
Y desde la Sociedad de Instrucción Primaria (SIP), fundada en 1856 por su tío bisabuelo Claudio Matte Pérez con el lema “¡guerra a la ignorancia!”, y la Fundación Los Nogales, su creación más preciada, pretende defender el statu quo de la educación particular subvencionada. Como asevera un influyente miembro del Comité Asesor de Educación en el que también participó la profesional: “Obviamente llama la atención que sea ella, una persona que mantiene un proyecto educativo sin fines de lucro, la llamada a defender el lucro en la educación. Pero si asumes que la educación es uno de los campos de lucha por la hegemonía de un punto de vista político en la sociedad, te hace sentido”.
LA NIÑA DE LA CASA
La mayor de la prole de Eliodoro Matte Ossa y Javiera Larraín creció “como regalona. Ella era la niña de la casa”, cuenta una amiga en la citada tesis universitaria. Educada en el Villa María Academy y en las Monjas Inglesas, sorprendió a sus progenitores cuando entró a estudiar Sociología en la Universidad Católica. No porque dudaran de su intelecto, más bien porque a su padre nunca le preocupó que se dedicara a una profesión, porque “era mujer”. En varias entrevistas ha contado cuánto le impresionó su primer día de clases, un día después de que Allende asumiera como Presidente de la República en 1970, recordando que en la entrada un compañero le preguntó: “¿En qué lado de la barricada vas a estar ahora, en el del pueblo o en el de la oligarquía?”. “No puedo contestar exactamente dónde estoy yo, porque no me siento ni de aquí ni de allá”, le respondió.
En su interés por la sociología influyó su temprano acercamiento a la pobreza, “cuando era chica, chica”, confesó a Raquel Correa en una entrevista en 1985. “Mi mamá siempre ha trabajado con centros de madres en poblaciones (…) Me llevaba a Los Areneros, abajo en el río Mapocho, en pleno Las Condes. Y mientras ella trabajaba en el centro de madres, yo jugaba con los niños pobres. Iban a mi casa, yo iba a la casa de ellos”, dijo.
De los tres hermanos, ha sido Patricia la que encarna la “responsabilidad” de su familia con los desposeídos.
En 1975 entró a trabajar en el Departamento de Estudios de la Oficina de Planificación (Odeplan). Estuvo diez años colaborando en el diseño de planes sociales para el régimen militar. En esta mítica repartición estrechó vínculos con Miguel Kast, emblema del gremialismo, y Joaquín Lavín, a quien públicamente apoyó en las elecciones de 1999. En 1985 se hizo cargo de la Secretaría de Desarrollo y Asistencia Social (Sedas), desde donde mantuvo línea directa con Pinochet. La mayor de los Matte Larraín fue muy útil al Gobierno. Elaboró soluciones para “el mapa de la extrema pobreza”, pero, mejor aún, sirvió de enlace entre la dictadura y los empresarios, fueran de la vieja guardia como su padre y su tío Ricardo Claro, o “Chicago Boys” como su hermano Eliodoro y su marido, Jorge Gabriel Larraín, conocido como el “otro Matte” por su brillantez para los negocios.
Tanta era su sintonía con los hombres de negocios, que en septiembre de 1987, a un año del plebiscito, juntó a Pinochet con lo más granado de la casta empresarial en el Club de la Unión.
El encuentro secreto dejó muy contento al general, al punto que Guillermo Garín, jefe de la Casa Militar, envió notas de agradecimiento a cada uno de los asistentes. Testigos aseguran que en adelante y hasta el fin del Gobierno circularon sobres del Sedas con dineros para el incipiente trabajo poblacional del gremialismo, a cargo de los entonces jóvenes Luis Cordero y Pablo Longueira.
LIBERTAD Y DESARROLLO
Si hay algo que conocen los Matte es su lugar en el mundo: la cima. Desde ahí han dejado clara su posición ideológica, cercana a la derecha profunda, pese a declararse “librepensadores”; asistencialista, y por encima de los partidos políticos. En la tesis de las periodistas de la UDP antes mencionada, un ex ejecutivo de Canal 13, que trabajó con Patricia cuando ella integró el Consejo Asesor de la estación católica, dijo: “El discurso sociológico de la Patricia es el discurso medio fascistoide de que hay una elite que tiene una responsabilidad que, no sé, se la dio Dios. Si tú indagas un poco, hasta son capaces de decir que es genético”.
Patricia Matte, en 1990, ayudó a crear Libertad y Desarrollo, el think tank de la UDI, en el que se mantiene como consejera. Joaquín Lavín la nombró como ministra de Educación durante su campaña presidencial. En realidad, ella siempre ha sido la carta del sector para ese puesto. Cuando le preguntaron si aceptaría dijo: “¿No creen que estoy muy viejita?”.
“Mi padre siempre nos dejó claro que éramos privilegiados y que debíamos retribuir lo que se nos había dado con trabajo y esfuerzo”, indicó en otra ocasión. En efecto, las 17 escuelas que administra la SIP le han dado la sólida reputación que tiene en el rubro y que quedó expresada esta semana cuando apareció sentada al medio de los líderes de la oposición, Carlos y Hernán Larraín, rechazando el artículo 44º de la Ley General de Educación, más conocido como el “fin del lucro”.
Por eso, cuando Patricia Matte habla en el Consejo Asesor de Educación es imposible omitir que es la elite más conservadora la que habla. Profundamente católica, es cercana al movimiento de los Legionarios de Cristo, a través de la amistad del clan con el sacerdote de esa orden John O’Reilly. Pertenece al consejo que asesora a la Fundación Familia Unida, preocupada por conservar la estructura clásica de familia. Igual que la suya, donde, por “ser mujer” y volcarse al área social, no se dedicó a los negocios como sus hermanos, salvo por un campo cerca de Los Vilos, donde produce aceite de oliva.
Como egresada de la Universidad Católica y encarnación perfecta del perfil que orienta a esa institución, fue elegida en 2000 como integrante del Consejo Asesor de Canal 13. Hasta ese momento, prácticamente no veía televisión y su pasada por las comunicaciones la mantuvo “angustiada”, según ella misma reconoció. El canal, bajo la dirección ejecutiva de Enrique García, quiso tomar un rumbo menos conservador que le hiciera sintonizar más con la audiencia y así revertir las millonarias pérdidas. Lo logró hacia 2003 con la teleserie “Machos” y el reality “Protagonistas de la fama”.
Y aunque Patricia Matte dio su beneplácito a esos programas, públicamente criticó las orientaciones del canal. “Hay cosas que me disgustan de Canal 13 tremendamente. No puede ser que Ítalo Passalacqua haya contado la historia de su homosexualidad en dos programas, lo mismo, repetido y con todo detalle. Si uno está tratando de hablar del tema de la homosexualidad con respeto, no me interesa saber ¡dos veces! por qué este señor se transformó en homosexual. Encuentro que es totalmente fuera de lugar que el Canal 13 lo haga”, dijo en una entrevista a “El Sábado”, donde afirmó que “los niños no deberían ver ‘Machos’ solos”.
Patricia Matte, en Canal 13, tuvo su primera batalla ideológica. Y la ganó a medias. Luego del escándalo por la entrevista a Gemita Bueno, se alejó del Consejo Asesor. “Recubierta con mucha finura y mucha elegancia, ella es intransigente. Lo que ella cree no tiene discusión”, dijo Christian Fuenzalida, ex subdirector de Prensa del canal Cristián.
De trato afable y atuendo sencillo, Patricia Matte hasta antes del Transantiago se movilizaba en Metro. “Me encanta saber lo que está pasando en todos lados. Por eso encuentro súper sano que uno se suba al Metro y vea cómo está el común de los chilenos, desde cómo están vestidos hasta si están alegres, o están desesperados, si están histéricos”, comenta a sus cercanos.
La rama fundada por Patricia Matte sirve de evidencia para demostrar que los vínculos de la familia no se limitan a la derecha tradicional. Su marido es tío de Claudio Orrego Larraín, el alcalde DC de Peñalolén. Su hijo Jorge es casado con la hija mayor del ex ministro de Hacienda Eduardo Aninat.
Los vínculos llegan hasta el corazón del laguismo a través del empresario Máximo Pacheco Matte, hijo de Máximo Pacheco y Adriana Matte Alessandri, que nació del matrimonio entre Arturo Matte Larraín y Rosa Ester Alessandri Rodríguez, la hermana del ex Presidente de la República y de la Papelera. Ellos fueron primos hermanos de Eliodoro Matte Ossa, el patriarca de la familia que forjó una fortuna rankeada en “Forbes” que tomó el control de la CMPC gracias a su habilidad especulativa en la bolsa.
*Bonus track: ¡Qué se creen estos Matte!
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