No se lo digas a nadie
En el verano de 1966, un señor de nombre Paul Curtis se interesó en comprar un terreno en Orlando, Estados Unidos. Se contactó entonces con Robert Chapman y cerró el trato. La compra alcanzó a poco más de 45 mil dólares. No era una mala cifra.
Chapman podía estar feliz. Salvo por un detalle que Curtis no le reveló: Walt Disney estaba planeando construir Disneyworld en la zona.
Cuando el dato se hizo público, los precios se fueron a las nubes. Curtis hizo fortuna gracias a la información que manejaba.
Chapman demandó a Curtis. Su silencio, alegó, lo había inducido a error. La Corte, sin embargo, consideró que no había nada deshonesto ¿Acaso no era legítimo sacar provecho de la información que uno maneja y ganar dinero con ella? Claro. Si la información fue obtenida de manera honesta no hay problema, dijo la Corte.
Pero no siempre es así. No siempre se obtiene información respetando las reglas.
Esta semana, por ejemplo, supimos que algunas personas decidieron comprar acciones de D&S. Invirtieron importantes sumas. Vicente Aresti decidió comprar, por sí y mediante sociedades, casi 2.000 millones; Alejandro Irarrázabal, cerca de 500 millones; Eugenio Eben, 49 millones a nombre de su cónyuge; Marcel Zarour, 149 millones para sí y dos sociedades que administra, y Peter Studer, 7 millones.
A primera vista una operación normal. Gente con olfato invirtiendo su dinero. Emprendedores ejerciendo su oficio. Nada especial.
Salvo por un detalle: después de la compra se anunció la fusión de D&S con Falabella. Las acciones subieron como la espuma. En cosa de días obtuvieron ingentes ganancias. En un dos por tres.
¿Hay algo de malo en eso? A primera vista no. Pero sólo a primera vista.
Si le creemos a la Superintendencia de Valores y Seguros, esas personas obtuvieron ese dinero en forma deshonesta. El superintendente afirma que hicieron esas transacciones gracias a que sabían de la fusión de D&S y Falabella. Como el señor Curtis en el caso Disney, sabían que el bien subiría de valor. Y por eso, gracias a una simple operación, pudieron ganar cientos de millones.
¿Tiene algo de reprochable saber algo que los demás no saben? Por supuesto que no. Salvo que usted lo haya averiguado con medios ilícitos, rompiendo la igualdad de oportunidades que está a la base de la competencia y del mercado.
Es lo que habría ocurrido en este caso y lo que el superintendente reprocha a Aresti, Irarrázabal, Eben, Zarour y Studer. Haber obtenido ese dinero de manera incorrecta. Gracias a la información entregada ilícitamente por un director (Hans Eben), un controlador (María Eugenia Solari) y una asesora (Ana María Laguna).
El caso más grave -puesto que en su calidad de director demanda la confianza del público- es el de Hans Eben Oyanedel, uno de los gestores de la fallida operación entre D&S y Falabella.
El señor Eben Oyadenel habría contado a Aresti, Irarrázabal y Eben la fusión que haría subir -como una espuma- los precios. Todos ellos -dice el superintendente- estarían vinculados familiar, social o comercialmente. Con esa información los imputados se habrían endeudado, adquirido acciones y luego vendido ganando cientos.
En suma, esas personas habrían obrado injustamente, saltándose las reglas.
Por supuesto, ellos lo niegan y sostienen que, como Curtis, tuvieron fuentes independientes. Pero todas las circunstancias -dijo el superintendente, quien ha demostrado que no está en el cargo precisamente de adorno- conducen a pensar que no: ellos habrían obrado ilegítimamente gracias a que Eben, Solari y Laguna infringieron sus deberes.
Hans Eben ha declarado ser inocente; pero que no interpondrá ningún recurso. Es una lástima. Seguramente él piensa que así el tema saldrá de los medios y se olvidará pronto. Es una estrategia similar a la que empleó Piñera cuando se le reprochó también infringir las reglas del mercado.
Pero es una mala estrategia.
Ser director de sociedades es lo más parecido a una función pública. No es una cuestión privada. Las cosas por las que se le sancionó dañan la fe pública y el mercado. No se pueden arreglar haciéndose el ofendido.
La reputación de Hans Eben quedaría manchada de manera indeleble. Y con ella el prestigio de nuestros emprendedores. Por eso él debiera sacudirse los pudores, dejar la timidez de un lado y reclamar ante el juez.
Así el asunto estaría más tiempo en los medios, y gracias a Hans Eben aprenderíamos de una vez que la moral y el respeto por las reglas no son cosas que se relacionen sólo con nuestras creencias, sino también con asuntos harto más profanos como el mercado.
AdemásEn la prensa de hoy:
-Aresti recurrió a Patricio Arrau en sus descargos ante la SVS (El Mercurio)
-Sanción a socia de empresa de comunicaciones remece al sector (El Mercurio)
-Marcel Zarour: "No hubo utilidad, ni lucro, absolutamente nada" (El Mercurio)
-SVS investiga otra millonaria compra de acciones de D&S (La Nación Domingo)
En El Mostrador:
-El Mop-Gate del empresariado
-Penas de hasta cinco años arriesgan sancionados por la SVS: En el Ministerio Público se habla incluso de lavado de activos
-La SVS tiene la certeza que hubo un traspaso ilícito de información
-La resolución de la SVS (en formato .PDF)
-Ministerio Público nombra fiscal para investigar a D&S y Fallabella
-El error de Hans Eben que enredó la fusión de D&S y Falabella
-Los conflictos tras bambalinas entre los ejecutivos de Falabella y D&S: Entretelones de la fracasada megafusión
-AFP del vicepresidente de D&S compró acciones de esa compañía antes de fusión con Falabella
-Huele a "pasada" de bolsa en fusión Falabella-D&S
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